1 de mayo de 2024 - Fiesta de San José

Gen 1, 26 - 2, 3; Mt 13, 54-58

Homilía

          En su pueblo, Jesús era conocido como el hijo del carpintero. Un día, cuando fue acusado por los doctores de la Ley de infringir las normas del sábado al realizar un milagro ese día, respondió: «Mi Padre siempre trabaja y yo también».

          En la primera lectura, tuvimos la hermosa descripción de la obra de la creación de Dios, que culminó con la creación del hombre y la mujer a imagen de Dios mismo.

          Somos creados a imagen de Dios. Al participar de la naturaleza de Dios por la gracia, participamos también de su constante actividad creadora. La creación no es algo que ocurriera de una vez por todas hace unos miles de millones de años. Dios siempre está creando el mundo. Y ésta es la base de la gran dignidad del trabajo humano - y de todas las formas de trabajo humano.

          Una de las mejores expresiones de comunión entre dos personas es hacer algo juntos - crear algo juntos. Cuando trabajamos, participamos en la actividad creadora de Dios; creamos el mundo con él. Y por esta razón, el trabajo en sí tiene una gran dimensión contemplativa. Sería un error pernicioso creer que sólo somos contemplativos cuando no estamos trabajando. Al contrario, el trabajo realizado con conciencia de la presencia y la actividad de Dios tiene una dimensión contemplativa muy auténtica y muy importante.

          Esto implica una responsabilidad muy grande. Junto con Dios, somos responsables de toda la creación. El texto del Génesis, traducido y comprendido correctamente, es el mejor fundamento teológico para la conciencia ecológica que se ha vuelto esencial para la supervivencia del planeta. La elección de las palabras en una traducción siempre está influida por la mentalidad de la época. Por ejemplo, la mayoría de las traducciones del Libro del Génesis dicen que Dios dio al hombre la orden de dominar el cosmos. Y así es como lo hemos oído en el pasado, dominando y utilizando todo el mundo creado, e incluso abusando de él... con consecuencias catastróficas. Pero eso no es lo que dice realmente el texto del Génesis. Lo que dice es que los humanos están llamados a ejercer el señorío sobre el universo, pero de la misma forma que lo hace Dios: un señorío de amor y cuidado. Un señorío que nutre y mantiene en lugar de destruir.

          Tratemos a todo el universo creado, a través de nuestro trabajo, de tal forma que podamos decir con toda verdad, al final de cada una de nuestras acciones, como hizo Dios: «Es bueno, muy bueno».