Sábado después de Epifanía - 8 de enero de 2022

1 Juan 5, 14-21; Juan 3, 22-30

Homilía

           Se suele decir que para ser un buen ermitaño hay que ser primero una buena persona de comunidad.  Juan el Bautista, un hombre solitario, que vive en el desierto, nos da un buen ejemplo de la actitud necesaria para vivir una verdadera vida comunitaria.

 

           Juan es una persona muy libre: libre de ambiciones personales, totalmente desvinculado de los logros personales.  Es un hombre con un profundo sentido de la responsabilidad, totalmente dedicado a su misión y dispuesto a desaparecer cuando ésta se cumpla, sin esperar a ser aclamado.

           La primera manifestación de esto es cómo Juan envía a sus discípulos a Jesús, justo después del Bautismo de Jesús.  Sabemos cómo un guía espiritual puede encariñarse con sus discípulos.  Si les ha transmitido su experiencia espiritual, si los ha llevado a la vida espiritual, y sobre todo si son discípulos buenos y fieles, es normal que le cueste dejarlos ir.  Un guía espiritual que no es libre se apega a sus discípulos de tal manera que los hace dependientes de él.  Juan, por el contrario, porque es totalmente libre, no sólo los deja ir, sino que los envía a Jesús: "Aquí está el cordero de Dios", dice.

           Luego, en el Evangelio de hoy, tenemos otro ejemplo.  Algunos de los discípulos de Juan se acercaron a él para advertirle de que el hombre al que había bautizado y del que había dado testimonio también bautizaba, como él, y todo el mundo acudía a él.  Si Juan no hubiera sido puro de corazón, se habría afligido por ese hecho.  Por el contrario, como su corazón es puro y desprendido, se siente feliz.  Se considera amigo del novio.  Su misión era anunciarle.  Ahora que el novio está allí, puede desaparecer.  "Él debe hacerse más grande, yo debo hacerme más pequeño". 

           Esta actitud es la que permite construir una comunidad.  La comunidad se hace más grande cuando las ambiciones o aspiraciones personales de cada uno se hacen más pequeñas, cuando todos están contentos de servir sin reclamar ningún derecho, cuando el deseo de todos es ver nacer más totalmente a Cristo en el corazón y en la vida de cada hermano.

           Esta es la gracia que debemos pedir para cada uno en estos últimos días del tiempo de Navidad.