16 de marzo de 2022 - Miércoles de la 2ª semana de Cuaresma

Jeremías 18:18-20; Mateo 20:17-28

Homilía

Apenas estamos en la mitad de la segunda semana de Cuaresma, y ya se vislumbra en el horizonte la sombra de la cruz, pero también la luz de la resurrección.  Jesús comienza su larga ascensión hacia Jerusalén, que le llevará al Calvario, y empieza a preparar a los Doce para estos trágicos acontecimientos, pero ellos no lo entienden.  Esperan que, de alguna manera, Jesús establezca un reino terrenal, y todos piensan en su lugar en este nuevo universo político.  Los dos hijos de Zebedeo traen a su "madre" para conseguir buenos puestos en el gobierno de Jesús.  Jesús aprovecha la ocasión para dar a todos, una vez más, una lección sobre el sentido de la autoridad concebida como servicio y no como poder.

Encontramos en este texto de Jesús la misma distinción entre autoridad y poder que nos ha aparecido en varios textos litúrgicos de las últimas semanas, especialmente en el Evangelio de ayer a propósito de la actitud de los escribas y fariseos. Aquí, Jesús compara a los "gobernantes" o "grandes" de las naciones con los que quieren ser "grandes" en el reino de los cielos.  Los grandes de los gentiles, dice Jesús, los tienen en su poder y dominio.  "No debe ser así entre vosotros", dice Jesús.  En cualquier grupo humano, incluida una comunidad religiosa, hay mil y una formas de intentar ejercer el poder sobre los demás, independientemente de que tengamos o no responsabilidad o autoridad. Esta es una tentación humana universal.

            A Jesús le parece legítimo que alguien quiera ser "grande" o incluso "primero", pero con una condición.  "Si alguno quiere ser grande entre vosotros -dice-, que sea vuestro servidor, y si alguno quiere ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.  Toda auténtica comunidad cristiana se basa en la noción -o más bien en la realidad- del servicio.  Y la razón es muy sencilla.  Es que "el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por la multitud". "

            Dado que la Cuaresma es un tiempo de conversión, es una oportunidad para que cada uno de nosotros examine sus propias actitudes en este ámbito.  ¿Cómo estamos dispuestos a servir?  Y servir, no lo olvidemos, implica hacerse "servidor" de los demás.  Jesús incluso dice "esclavo".  ¿Y hasta qué punto sigue existiendo en nosotros la necesidad o el deseo de adquirir o conservar -quizá muy sutilmente- "poder" sobre los demás? 

            El ejemplo de Jesús, como el de Jeremías (ver primera lectura), nos recuerda que la apertura total al servicio puede implicar un gran sufrimiento.  Pero las primeras palabras del Evangelio nos recuerdan también que si seguimos a Jesús hasta el final por el camino del servicio y, sin duda, también del sufrimiento, le seguiremos también por el camino de la Resurrección.

Armand VEILLEUX