12 de noviembre de 2023 - 32º domingo "A"

Sab 6,12-16; 1 Tes 4,13-18; Mt 25,1-13

HOMILÍA

            En estos últimos domingos del año litúrgico, las lecturas evangélicas llaman cada vez más nuestra atención sobre el regreso de Cristo y, por tanto, también sobre el momento del encuentro final con el Creador, que para cada uno de nosotros será el momento de nuestra muerte. Sin embargo, la preocupación principal de todos estos textos no es "la vida después de la muerte", sino cómo nos habremos preparado para este encuentro mediante la calidad de nuestra vida aquí abajo. Este es el sentido de la última frase del Evangelio que acabamos de leer: "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora". "Velar" no significa aquí esperar pasivamente, sino vivir con los ojos abiertos y atentos. Aunque esta breve frase parezca salida de la nada, es la conclusión lógica de la narración precedente.

            El relato de esta parábola se sitúa en el contexto -bien conocido por los oyentes de Jesús- de una boda, según las costumbres de Israel, en la que la novia, acompañada de varias jóvenes, esperaba la llegada del novio, acompañado a su vez de sus acompañantes, para comenzar el banquete, antes de que ambos fueran introducidos en la cámara nupcial. De las diez doncellas en cuestión, cinco eran previsoras (o sabias) y habían traído aceite para sus lámparas; y cinco eran necias y se habían olvidado de hacerlo. Para entender bien esta parábola, tal como la cuenta Mateo, tenemos que relacionarla con otra enseñanza de Jesús que se encuentra en Mateo utilizando la misma terminología. Se trata de la enseñanza sobre la casa construida sobre roca o construida sobre arena. Todo el que escuche las palabras que acabo de decir -dijo Jesús- puede compararse a un hombre sabio (o prudente) que construyó su casa sobre la roca..... Y todo el que oiga las palabras que acabo de decir y no las ponga en práctica, puede compararse a un hombre necio (o descuidado) que construyó su casa sobre la arena...". (Mt. 7, 24-27). Y este texto fue precedido por otro en el que Jesús advierte que en el día del juicio dirá a los que profetizaron en su nombre e incluso expulsaron demonios en su nombre, pero no hicieron la voluntad de su Padre: "Nunca os conocí" (Mt. 7, 21-23) - las mismas palabras que dirige en nuestro texto de hoy a las jóvenes insensatas.

            El aceite de oliva ocupaba un lugar muy importante en la antigüedad bíblica, junto con el pan y el vino. Se utilizaba para preparar alimentos y como medicamento, así como tónico cosmético para realzar la belleza del cuerpo. También se utilizaba para elaborar diversos perfumes y, por supuesto, como combustible para las lámparas. Aquí, en nuestra parábola, el aceite es el símbolo de la fidelidad a la palabra de Jesús, a su primer mandamiento, el del amor. Es algo que todos debemos cumplir. No es por egoísmo que las vírgenes prudentes no pueden compartirlo con las necias; es porque nadie puede vivirlo para los demás. Cada uno tiene que hacerlo para sí mismo.

           

            En definitiva, la enseñanza de esta parábola es sencilla. Se puede resumir en esta sencilla frase: "En la tarde de la vida, seremos juzgados por el amor". Seremos admitidos en el banquete de bodas entre Dios y la humanidad en la medida en que tengamos nuestro bagaje de amor, en la medida en que hayamos puesto en práctica durante nuestra vida este primer mandamiento que incluye todos los demás. Si no lo hemos hecho, por grandes cosas que hayamos hecho en nuestra vida, incluidas nuestras oraciones y actos de virtud, corremos el riesgo de que nos digan: "¡Qué pena, no te conozco!"

            Pero para no terminar con esa nota, releamos el hermoso texto de la Sabiduría que tuvimos como primera lectura. Esta Sabiduría -otro nombre del Dios que es Amor- viene al encuentro de los que le buscan, de los que le aman. Estas pocas líneas describen la vida contemplativa - una vida de unión con Dios en el encuentro y en el amor - pero un encuentro y un amor que no son reales si no se encarnan en el encuentro y en el amor al prójimo.

Armand Veilleux