Martes de la 17ª semana “B” --30 de julio de 2024
Jeremías 14,17-22; Mateo 13,35-43
Homilía
En la literatura monástica primitiva, sobre todo en la pachômienne, encontramos una concepción de la vida ascética que sin duda encuentra su inspiración en el Evangelio que acabamos de leer. Según esta visión, Dios sembró en nosotros todos los frutos del Espíritu en el momento de nuestro nacimiento. Nos creó a su imagen y semejanza y, según la bella figura del Libro del Génesis, puso en nosotros su propio Aliento de Vida. Pero el Enemigo o el Diablo está siempre al acecho para arrebatarnos estos frutos del Espíritu y sembrar en su lugar los frutos del mal. Los frutos del Espíritu son virtudes y los frutos del mal son vicios.