Viernes 2 de agosto de 2024 -- Viernes de la 17ª semana «B
Homilía
Alrededor de los treinta años, Jesús dejó su pueblo natal de Nazaret, en Galilea, para ir a Judea. La razón inmediata de ello no se da en el Evangelio. En cualquier caso, en aquella época, como siempre, había un movimiento de gente hacia Jerusalén, la capital, sobre todo desde el interior de Galilea. Jesús se encontraba en Jerusalén justo cuando toda Jerusalén descendía hacia el Jordán, en la región de Jericó, para ser bautizada por Juan. Él mismo fue bautizado y oyó la voz del Padre: «Tú eres mi hijo amado, en quien tengo complacencia». Entonces Juan dijo a sus discípulos: «He aquí el Cordero de Dios». Varios discípulos de Juan se unen a Jesús y éste llama a otros. Después de ayunar durante cuarenta días en el desierto, parte de nuevo hacia Galilea, donde predica y cura a los enfermos, primero en la gran ciudad de Cafarnaún. Finalmente, un día regresó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. Todo el mundo se sorprendió. Esta sorpresa mostraba claramente que, hasta entonces, nada en la vida de Jesús en Nazaret le había distinguido. Sin duda había celebrado fielmente todas las fiestas del año con sus padres y parientes. Sin duda también había acudido regularmente a la sinagoga local para escuchar las enseñanzas de los doctores de la Ley. Por eso, cuando empezó a predicar y a curar a los enfermos, la gente se preguntaba: «¿De dónde ha sacado esa sabiduría y esos milagros?