Continuamos nuestra lectura del capítulo 6 de San Juan. En las secciones que hemos leído en los últimos días, Jesús nos ha vuelto a decir que Él es el Pan de Vida, y que todo el que acuda a Él con fe tendrá la vida eterna. Hoy establece el vínculo entre la fe y el sacramento de la Eucaristía. El pan que dará a los que acudan a Él es su carne, ya entregada para la vida del mundo. En estas pocas palabras se establece el vínculo no sólo entre la fe y el gesto sacramental, sino también entre la fe, el sacramento y el acontecimiento de la Cruz.
En esta breve sección del gran discurso sobre el Pan de Vida, Jesús afirma dos cosas: La primera es que él mismo es el pan de vida, y que quien acuda a él por la fe -quien crea en él- ya no tendrá hambre ni sed. Jesús sacia todas nuestras hambres y sed, tanto espirituales como físicas.
A lo largo de la semana que comienza, la primera lectura de la Misa nos introducirá en los inicios de la evangelización, con la muerte del primer mártir, Esteban, la persecución que se desató entonces contra la Iglesia en Jerusalén y Judea y, al mismo tiempo, la extensión de la predicación a los gentiles.
Las lecturas de los Hechos de los Apóstoles, que leemos como primera lectura de la Misa todos los días desde la fiesta de Pascua, nos muestran lo más esencial de la Iglesia. Ya existe desde Pentecostés, aunque, evidentemente, todavía no se haya dotado de las estructuras que necesitará más tarde para cumplir su misión. No se trata todavía de un sacerdocio ordenado, que aparecerá más tarde, ni de una organización en diócesis con obispos a la cabeza, ni de una estructura centralizada, ni de concilios como guardianes de la ortodoxia... Todo esto vendrá más tarde y será evidentemente importante.
Lo más sorprendente de este Evangelio es el miedo con el que se apoderan los once Apóstoles y sus acompañantes. Poco antes, los discípulos que se habían encontrado con Jesús en el camino de Emaús y lo habían reconocido al partir el pan, habían regresado para contárselo a los Apóstoles. Ellos respondieron: "¡Es cierto! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Antes estaba el testimonio de las mujeres que acudieron al sepulcro en la mañana de Pascua. Así que todos sabían ya que Jesús había resucitado. De repente, mientras hablan juntos de Jesús, éste aparece en medio de ellos y les dice simplemente: "La paz esté con vosotros". Y eso es suficiente para que tengan miedo y se llenen de temor. ¿Cuál es entonces el origen de este miedo?
La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles sigue describiendo los comienzos de la Iglesia en Jerusalén. Ayer vimos cómo el diácono Esteban, lleno de la gracia y el poder de Dios, realizaba signos y prodigios, y cómo sus adversarios no eran rivales para la sabiduría divina de la que estaba lleno. Hoy tenemos la descripción de su violenta muerte. Esteban no es sólo el primer mártir de la historia de la Iglesia, sino el modelo por excelencia de constancia y fortaleza en el testimonio supremo hasta la muerte. Entregó su alma a Jesús igual que Jesús había entregado su espíritu al Padre y, en este movimiento supremo de entrega, se le abrieron los ojos e incluso antes de entregar su alma vio la gloria de Dios.
Hay muchos detalles misteriosos y simbólicos en este breve texto de san Juan. La escena tiene lugar inmediatamente después de la primera multiplicación de los panes (sobre la que leímos ayer). Estamos todavía al principio de la vida pública de Jesús, y su relación con sus discípulos acaba de establecerse. Después de la multiplicación de los panes, cuando la multitud quiere hacerle rey, Jesús se retira solo al monte. Los discípulos ya están acostumbrados a las noches que Jesús pasa solo en el monte rezando. Cuando llega la noche y Jesús no regresa, los discípulos saben que pasará allí la noche. Así que bajan al lago y zarpan hacia la ciudad de Cafarnaún, en la otra orilla. Juan tiene entonces una de esas frases misteriosas: "Ya había oscurecido y Jesús aún no había llegado hasta ellos". La mención de la noche en Juan significa también confusión, incomprensión, ausencia de Jesús. Los discípulos están un poco perdidos.