12 de mayo de 2021 - Miércoles, 6ª semana de Pascua
Hechos 17:15, 22-18:1; Juan 16:12-15
Homilía
Estamos casi al final de este largo y hermoso discurso de Jesús a sus Discípulos en la Última Cena. Ya les ha dicho muchas cosas profundas y difíciles. Ahora les dice que todavía tiene muchas cosas que revelarles, pero que aún no son capaces de soportarlas. También les dice que el Espíritu del que les ha hablado desde el principio, y al que sigue llamando "el Espíritu de la Verdad", les guiará a la verdad completa. Hay dos cosas que hay que destacar en esta promesa. En primer lugar, está la palabra "guiar".
La razón por la que necesitan ser "guiados", como todos nosotros, es que la vida cristiana es un viaje continuo. En cuanto pensamos que hemos llegado y queremos asentarnos, sin continuar nuestro camino, sin continuar nuestra conversión permanente, ya no somos verdaderamente cristianos; y ciertamente ya no somos monjes.
La segunda cosa que hay que notar en esta promesa es la meta de nuestro viaje, a lo que el Espíritu de la Verdad nos llevará. Él nos guiará, dice Jesús, a la Verdad completa, a la verdad total. Y esa verdad es Cristo mismo. Él no sólo es la Verdad, sino el Camino que conduce a ella y la Vida que se encuentra en ella. "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", dijo.
Si estamos en tal Camino, dirigidos a tal Meta y guiados por tal Espíritu, realmente no tenemos nada que temer, especialmente del espíritu de la falsedad. Podemos, como dice San Benito, correr con el corazón claro y con alegría por el camino de los mandamientos del Señor, el primero de los cuales, que resume todos los demás, es el mandamiento del amor.
Armand Veilleux