16 de mayo de 2021 -- 7º domingo de Pascua "B

Hechos 1:15...26; 1 Jn 4:11-16; Jn 17:11-19

Homilía

           Se suele decir que el amor es ciego y no tiene lógica, o que el corazón tiene razones que la razón desconoce.  Ahora, San Juan, en la segunda lectura de la misa de hoy, nos presenta lo que podríamos llamar la lógica del amor, una lógica muy rigurosa: Dios es amor; por tanto, si permanecemos en el amor, permanecemos en Dios y Dios permanece en nosotros.

 

           No hay amor sin palabras. El amor, por su propia naturaleza, debe ser hablado.  El Padre se ha dicho a sí mismo en su Hijo, que es la Palabra de amor, y este soplo de amor que une al Padre y al Hijo es el Espíritu.  Este es el misterio de la Trinidad.  El Padre se ha dicho por nosotros en su Hijo hecho hombre para la salvación del mundo.  Este es el misterio de la Encarnación.

           Hay muchos sentimientos efímeros que se parecen al amor; pero el amor, por su naturaleza, está hecho para durar.  Por eso, cada vez que el Nuevo Testamento habla del amor, la palabra "permanecer" aparece como un estribillo.  El Padre permanece en el Hijo y el Hijo permanece en el Padre.  Si permanecemos en el amor, permanecemos en Dios y el Padre y el Hijo hacen su morada en nosotros.

           El amor se dice en secreto, pero también puede decirse en presencia de amigos privilegiados.  Así, Jesús, en su larga oración a su Padre en la Última Cena, habla de sus discípulos en su presencia.  Les he dado tu palabra -dice-, tu palabra que es verdad, es decir, fidelidad.  El verdadero amor es realmente un amor fiel.

En esta oración, la noción de Palabra se combina con la de Nombre; y la de "permanecer" se combina con la de "guardar". 

           Si el amor ha de ser dicho, se dice en nombre de la persona amada. Ser fiel al amor es ser fiel al Nombre de Dios, ese Nombre que Él ha pronunciado en su Hijo.  Si Dios es Amor, también es Verdad, es decir, Fidelidad, y es de Él que podemos recibir el don de la Fidelidad.  Este es el objeto de la oración de Jesús por sus discípulos: "Padre santo, conserva a mis discípulos fieles a tu nombre, que has compartido conmigo". 

           El amor también es una fuente de alegría.  El Hijo desborda la alegría más perfecta, incluso en el momento de mayor sufrimiento. Esta alegría, él quiere compartirla: "Hablo así para que tengan mi alegría y se llenen de ella".

           Este "Tratado sobre el amor" que tenemos aquí -en el discurso de Jesús en la Última Cena, retomado y comentado en la carta de Juan- nos da a conocer las dimensiones esenciales del amor que deben encontrarse todas, con diferentes modalidades, en todas las formas de amor humano, ya sea nuestro amor a Dios, el amor entre esposos o entre amigos, entre hermanos en una familia o entre miembros de una comunidad.  Y cuando el tiempo se cumpla plenamente, cuando Jesús sea todo en todos, estas serán las características de los vínculos que unirán a todos los pueblos y a todas las naciones entre sí.

           Hagamos todo lo que esté en nuestras manos, cada uno de nosotros, para acelerar la llegada de ese día.

Armand VEILLEUX