9 de julio de 2021 -- Viernes de la 14ª semana (año impar)

Génesis 46:1-7. 28-30; Mt 10:16-23

Homilía

Queridos hermanos y hermanas,

           Hace dos días, el Presidente de Haití fue brutalmente asesinado en su casa durante la noche.  Las crónicas de los periódicos están llenas de estos actos de violencia en todo el mundo.

           Tal vez la primera lectura de la misa de hoy pueda ayudarnos a leer esos acontecimientos en una perspectiva más amplia: la perspectiva de los planes de Dios para la humanidad.  Dios nunca quiere que el mal ocurra; y decir que Dios permite que el mal ocurra es incluso una expresión demasiado ambigua.  Pero Dios, en su misericordia, sabe utilizar nuestros errores e incluso nuestros pecados para llevarnos a una nueva fase en nuestra relación con Él, en nuestra historia de salvación.

           La situación económica en Ur de Caldea -el actual Irak- había obligado a Abraham a exiliarse a la tierra de Canaán, donde él, su hijo Isaac y su nieto Jacob habían prosperado. La prosperidad de Jacob se vio entristecida por la pérdida de su hijo José, a quien sus hermanos habían vendido a los mercaderes en su camino a Egipto en un momento de celos y odio.  Pero, como sabemos, José fue bendecido por Dios y se convirtió en un hombre poderoso en Egipto. Salvó a sus hermanos, a su padre y a todas sus familias cuando estalló la hambruna en Canaán. Y ya conocemos el resto de la historia.  Los judíos no sólo prosperarán en Egipto, sino que después de ser esclavos de los egipcios serán liberados por Dios de esa esclavitud en los acontecimientos que conmemoramos especialmente durante la Vigilia Pascual de cada año. 

           Si observamos la historia de nuestra vida personal y de nuestra vida comunitaria con espíritu de fe, nos daremos cuenta fácilmente de que los acontecimientos que nos resultan muy dolorosos cuando ocurren se convierten en oportunidades para nuevas bendiciones y nuevo crecimiento.  Durante esta Eucaristía, pidamos para cada uno la gracia de poder mirar todos estos acontecimientos personales y comunitarios con los ojos de la fe, y leerlos como momentos de una larga historia de salvación y de amor.