17 de septiembre de 2021 - Viernes de la 24ª semana del Tiempo Ordinario

1 Tim 6:2-12; Lucas 8:1-3

H o m e l i a

            Estos tres pequeños versículos, que parecen un poco insignificantes, arrojan mucha luz sobre el ministerio de Jesús y sobre el estilo de vida adoptado con sus discípulos, que poco tiene que ver con las escuelas rabínicas de la época, en las que los discípulos podían reunirse en torno a un maestro para recibir formación, pero en un lugar concreto y sin participar en la misión del maestro. También era diferente de los profetas del Antiguo Testamento, que podían tener un discípulo u otro (por ejemplo, Eliseo, el discípulo de Elías), pero no un grupo que viajara con él.

 

            Jesús, tras su bautismo por Juan, adoptó el estilo de vida del asceta itinerante; y rompe muchos de los tabúes de la sociedad judía de su tiempo.  No sólo va a las ciudades, donde se encuentran las escuelas rabínicas y las cofradías de los fariseos o saduceos, y donde se encuentran los doctores de la Ley, sino también a las aldeas, despreciadas por la gente de la época ("¿qué puede salir bien de una pequeña aldea como Nazaret?").  Además, viaja con mujeres, entre las que, además, hay algunas a las que ha curado de enfermedades y posesiones demoníacas y otras que, por su matrimonio, están comprometidas con la administración de la ocupación romana, y por sus bienes son probablemente de la clase de los publicanos. Una buena colección de personas consideradas marginales por las autoridades judías existentes.

            Las primeras comunidades cristianas serían conjuntos tan variopintos de personas de todas las clases y procedencias.  Por lo tanto, era de esperar que surgieran conflictos en esos grupos.  Sabemos por el Evangelio que, incluso en tiempos de Jesús, surgieron conflictos de este tipo entre los Apóstoles, que a veces discutían sobre quién de ellos sería el más grande en el Reino de Jesús. Es a esos conflictos a los que alude Pablo en su carta a su discípulo Timoteo, donde muestra el mal humor que a menudo encontramos en sus escritos.  Es consciente de que ha recibido sus enseñanzas directamente de Cristo y se muestra bastante impaciente con cualquiera que enseñe otra cosa, o que cuestione su autoridad.  Tenemos un ejemplo de ello en los pocos versos que acabamos de leer.

            Lo que causa muchos conflictos, señala Pablo, es el espíritu de posesión. De ahí su exhortación a contentarse con lo que es realmente necesario para el sustento: ropa, vivienda y comida.  Un recuerdo de la bienaventuranza de los pobres, aplicado a la vida cotidiana de una comunidad cristiana concreta.  Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.  Procuremos estar entre los pobres, y si somos pobres de hecho, procuremos ser pobres de corazón.