10 de octubre de 2021 - 28º domingo "B

Sab 7,7-11; Heb 4,12-13; Mc 10,17-30

Homilía

La comparación de las diferentes versiones de esta historia que encontramos en los tres evangelios sinópticos nos muestra que el relato ha sufrido una evolución bastante compleja que no es necesario analizar en este momento.   Considerémoslos por separado.

 

          En primer lugar, hay que recordar que, en este momento del Evangelio de Marcos, Jesús está encontrando una creciente incredulidad y oposición por parte de los Judíos y se dirige a Jerusalén, donde será condenado a muerte, como ya ha anunciado en más de una ocasión.  Debemos recordarlo para entender lo que significa su invitación: "Ven y sígueme".

          El joven de este Evangelio presenta a Jesús una pregunta verdaderamente importante que está en el corazón de todo ser humano: "¿Cómo puedo heredar la vida eterna?  Sin embargo, formula su pregunta de forma incorrecta.  Se dirige a Jesús como "buen maestro", tratándolo como un rabino más.  Simplemente quiere conocer la opinión de un maestro entre muchos, reservándose el derecho de juzgar si su enseñanza le gustará o no, el derecho de aceptarla o rechazarla.

          Al recordarle que sólo Dios es bueno, Jesús ya da a entender que su respuesta no será la de una escuela, sino un mandato divino que exige acción y no una discusión interminable.

          Jesús le recuerda al joven el núcleo central de la Ley.  Observemos de paso que omite los primeros preceptos del Decálogo que se refieren a Dios y cita sólo los que se refieren al prójimo, dejando así claro que la vida eterna que le interesa no es una vida después de la muerte que se pueda ganar por los méritos de las acciones, sino el "reino de Dios" que ya ha comenzado aquí abajo en la justicia y la caridad.  El joven parece un poco picado por la respuesta de Jesús y, como buen fariseo, añade: "Todo esto lo he hecho desde que era joven. -- He guardado toda la Ley.  Tengo una buena conciencia. (En la versión de Mateo también añade la pregunta, probablemente bastante retórica: "¿Qué más puedo hacer? Esta actitud legalista es fustigada por Jesús, que añade: "Sólo te falta una cosa: ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres... y luego ven y sígueme".

          En este punto queda claro que las preguntas del joven eran sólo una pantalla.  Enfrentado a las exigencias de la fe, admite que no puede hacer frente a ellas.  Cuando se le invita a dejar de lado sus cuestiones morales y legalistas para conocer y seguir a Jesús, se retira.  En última instancia, creer y salvarse significa aferrarse a la persona de Jesús... incluso cuando camina hacia su muerte.

          Vinculado a este primer tema hay un segundo -un tema muy querido por Jesús-, que nadie puede adherirse a Jesús si no se desprende de todo lo demás o de todos los demás.  El joven en cuestión no podía adherirse a Jesús porque tenía grandes posesiones y no podía resignarse a renunciar a ellas para seguirlo.

          La lección del primer estrato de esta historia es que la salvación es un don gratuito de Dios.  Tanto el joven que se acerca a Jesús como los propios discípulos, al final del relato, se preguntan: "¿Quién puede salvarse?"  La respuesta de Jesús es que esto es imposible para los hombres - ricos o pobres.  Los que pueden salvarse son los que Dios salva.  Para los hombres es imposible.  Para Dios es posible y siempre ofrece este regalo a todos.

          Sin embargo, para recibir este regalo, uno debe crear un vacío dentro de sí mismo que anhela ser llenado.  El historiador judío Josefo cuenta que el general romano Pompeyo, tras capturar Jerusalén en el año 63 a.C., entró en el Santo de los Santos del Templo con sus ayudantes y no encontró nada, absolutamente nada.  Esta era la forma judía de representar la naturaleza inefable de Yahvé.  Asimismo, los místicos siempre han considerado este vacío, esta "nada", como una disposición necesaria para transformarse en Dios, para salvarse.

          Jesús repitió este mensaje utilizando muchas figuras: "En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto." 

          Cuando Jesús, de camino a Jerusalén, dice a su aspirante a discípulo: "ven y sígueme", le invita a compartir este misterio pascual.  Pero esto presupone la renuncia a todos los apegos y deseos.  Ya lo había mencionado a los demás discípulos: nada de oro, plata o cobre en vuestros cinturones, ni bolsa para el día, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón.

          Esta historia trata de Jesús llamando a un hombre por su propio nombre.  Siempre llama a todos por su nombre.  Cada uno de nosotros tiene que descubrir cuál es exactamente su llamada personal.  Pero como todos estamos llamados a la salvación, también estamos llamados a lograr alguna forma de auténtico desprendimiento de corazón.  

Armand Veilleux