22 de octubre de 2021 - Viernes de la 29ª semana (años impares)

Romanos 7:18-25; Lucas 12:54-59

Homilía

Hoy terminamos la lectura de este largo capítulo 12 del Evangelio de Lucas, donde se recogen un gran número de enseñanzas de Jesús pronunciadas en diferentes circunstancias.  El hecho de que no conozcamos las circunstancias en la mayoría de los casos hace más difícil la interpretación de estas historias.  Los dos pequeños "logia" de hoy son palabras de sabiduría que, obviamente, pueden aplicarse a todas las situaciones.

 

En el primer caso, Jesús se dirige a los campesinos y probablemente también a los pescadores de Galilea, que habían aprendido a vivir en comunión con la naturaleza y que sabían predecir, mirando las nubes y examinando la dirección del viento, el tiempo que haría al día siguiente (probablemente eran tan precisos como nuestros meteorólogos de la radio o la televisión que nos dicen que hay un 50% de posibilidades de buen tiempo o un 50% de posibilidades de lluvia).  ) Jesús parece admirar su capacidad para predecir el tiempo, y les reprocha que no sean tan buenos para reconocer el tiempo en el que viven. 

Por eso, Jesús pide a sus discípulos que utilicen su inteligencia, su experiencia y su juicio para discernir los signos de los tiempos.  Estos signos no revelan su significado sin un análisis serio y profundo.  Este es un aspecto esencial de la vida contemplativa, una actividad contemplativa.  La actitud contemplativa consiste en la escucha constante de la Palabra de Dios.  Dios nos habla a través de las Escrituras y de la Tradición, habla a cada uno de nuestros corazones, pero también nos habla a través de los acontecimientos de la vida del mundo y de la Iglesia, lo que el Vaticano II llama los "signos de los tiempos". 

Nosotros, monjas y monjes, que no estamos directamente implicados en las grandes obras de la Sociedad y de la Institución Eclesiástica, y que podemos mirar todo el paisaje con cierta distancia, tenemos una responsabilidad especial para hacer este análisis.  No basta con rezar por el mundo en general y alinear las intenciones de oración cuando ocurren accidentes o calamidades.  Tenemos el deber de analizar, con todo el rigor que requiere un discernimiento tan importante, estos acontecimientos para "reconocer en ellos el momento en que nos encontramos", según la expresión de Jesús. 

Cuando el mundo experimenta catástrofes humanas de una determinada magnitud, quizá sea, al menos en parte, porque los "espirituales" se han desentendido de esta tarea y han dejado que sean los políticos, los economistas y los militares quienes hagan su análisis. 

Por supuesto, también a nivel comunitario y personal debemos reconocer el momento en que nos encontramos, con sus retos y sus gracias.  Y también a este nivel no podemos prescindir de un análisis serio, tanto a nivel comunitario como individual.  Observemos constantemente hacia dónde se levantan las nubes y en qué dirección sopla el viento.

Armand VEILLEUX