11 de noviembre de 2021 - Jueves de la 32ª semana del tiempo ordinario
Memoria de San Martín de Tours
Sab 7,22 - 8,1; Lc 17,20-25
Homilía
Hoy celebramos a San Martín, muy conocido por su gesto de caridad hacia un pobre con el que compartió sus ropas, pero que fue sobre todo un gran obispo de los primeros siglos de la Iglesia, y un obispo que tuvo un papel muy importante en el desarrollo del monacato en Occidente.
Las distintas etapas de su vida nos permiten ver la riqueza de la vida eclesiástica de su tiempo (principios del siglo IV) y la gran variedad de formas de vida ascética y monástica de su época.
La primera carrera de Martin fue militar. Hijo de un tribuno romano, él mismo sirvió en la guardia del emperador Constantino. Dejó el ejército a los 40 años, después de servir durante 25 años, los últimos diez de los cuales los pasó como catecúmeno.
Su primer maestro fue Hilario de Poitiers, al unirse a un grupo de ascetas que vivían cerca de este gran obispo. Luego se instaló en un monasterio de Milán antes de convertirse en anacoreta en una isla de la costa de Liguria. Algún tiempo después volvió a ponerse bajo la dirección de Hilario de Poitiers, que había regresado del exilio, y vivió en una celda aislada cerca del actual monasterio de Ligugé, la fundación monástica más antigua que podemos fechar en Europa.
Su fama se extendió y poco después fue elegido obispo por el pueblo de Tours. Incluso siendo obispo, no quiso abandonar su vida monástica, y fundó un nuevo monasterio, Marmoutier, no lejos de su ciudad episcopal, donde pudo vivir al menos una buena parte de su tiempo.
Martín fue el iniciador de varias formas de vida monástica, y cuando murió en 397, dos mil monjes asistieron a su funeral. Esta hermosa vida de un soldado del emperador que se convirtió en soldado de Cristo y de un monje que llegó a ser obispo sin dejar de ser monje y sin dejar de dar lugar a varias formas de vida monástica debería llamar nuestra atención sobre la riqueza de las formas que ha adoptado la vida monástica a lo largo de los tiempos.
La vida de Martin nos muestra que las nuevas formas no nacen normalmente para sustituir a las formas anticuadas y sin vida, sino que, por el contrario, nacen de la propia vitalidad de las formas antiguas cuando están lo suficientemente vivas como para dar lugar a una nueva vida.
Que hoy sea lo mismo.