Martes, 23 de noviembre de 2021 - 34ª semana, año impar

Daniel 2:31-45; Lucas 21:5-11 

Homilía

Durante esta última semana del año litúrgico, el leccionario nos mantiene en suspense en dos niveles a la vez: tanto en las profecías del Libro de Daniel como en el Evangelio, donde tenemos hoy y en los días siguientes varias partes sucesivas del gran discurso escatológico de Jesús, que, en el Evangelio de Lucas, está obviamente centrado en Jerusalén y más particularmente en el Templo.

 

En la primera lectura, Daniel explica al rey Nabucodonosor el sueño premonitorio que tuvo. Se percibe la debilidad innata de todos los imperios y la grandeza humana. El ser humano nace de la arcilla y volverá a la arcilla, a pesar de todos los revestimientos de plata u oro con los que pueda adornarse durante su existencia terrenal. Afortunadamente, hay en este ser humano un espíritu, un alma que trasciende tanto esta caducidad como esta gloria. Tiene en su interior una semilla de eternidad y esta semilla de eternidad es la única que realmente vale la pena cultivar.

El significado completo del Evangelio de hoy sólo se nos revelará al final de la historia. Así que no seamos como aquellos que, al leer una novela, van directamente al final para ver cómo acaba la historia. Meditemos en la parte del discurso que se nos entrega hoy. La historia comienza con la admiración de los discípulos. Admiran dos cosas, primero la belleza material del templo y luego los regalos de los fieles. Entonces Jesús les dice que todo esto será destruido un día, lo que para un Judío significaba el fin de los tiempos. Así que los discípulos le preguntan a Jesús dos cosas: a) ¿cuándo ocurrirá esto? y b) ¿cuál será la señal de ello?

Veremos más adelante en esta semana que Jesús realmente no se refiere al fin del mundo en el sentido de que el universo sería aniquilado y dejaría de existir. En su primera respuesta, en la que nos detendremos hoy, se limita a advertirles contra todas las falsas profecías que podrían anunciar el regreso del Mesías y el fin de los tiempos. No creas nada de eso, dice Jesús.

Además, Jesús les advierte contra la tentación de ver el anuncio del fin del mundo en las guerras y los cataclismos naturales. Todo esto debe suceder, dice Jesús. Pero esto no es el fin del mundo.

Pero, ¿qué significa entonces la expresión "fin del mundo"? El resto del texto nos dará la respuesta en los próximos días. Esperemos pacientemente.