24 de noviembre de 2021 - Miércoles de la 34ª semana impar

Daniel 5, 1...28; Lucas 21, 12-19

Homilía

            La primera lectura nos muestra al joven Daniel, prisionero en la corte del rey de Babilonia, no sólo lleno de Sabiduría recibida de lo alto, sino también totalmente libre de temor.  Se atreve a hablar con fuerza y coraje al rey más poderoso de la tierra, para reprocharle sus crímenes y anunciarle el desmantelamiento de su reino, igual que Juan el Bautista, varios siglos después, se atrevería a hablar con valor y claridad al rey Herodes.  Son hombres sin miedo porque no tienen nada que perder.  Tenemos miedo de los demás y de las circunstancias cuando tenemos ilusiones de poder, ambiciones, sueños o tesoros que proteger.  Si somos pobres, de la pobreza de las Bienaventuranzas, sin nada que defender y proteger y, por tanto, sin nada que perder, entonces podemos estar libres del miedo.

 

            Del mismo modo, en el Evangelio, Jesús sigue diciendo a sus discípulos "No tengáis miedo".  En la parte del gran discurso escatológico que leemos hoy, de nuevo en la versión de Lucas, Jesús, tras anunciar la destrucción del Templo de Jerusalén, pasa a anunciar las dificultades, persecuciones y sufrimientos que tendrán que soportar sus discípulos. 

            Les advierte que serán arrastrados ante los tribunales y los jueces. Serán entregados por sus padres, hermanos, familias y amigos. Algunos serán condenados a muerte. Sin embargo, les advierte que no se preocupen por preparar su defensa, pues recibirán de lo alto las palabras de sabiduría que necesitan, como hizo Daniel.  Estas palabras de sabiduría no evitarán que, en muchos casos, sean condenados a muerte; pero incluso entonces estarán en manos de Dios. Entonces la intrepidez no será suficiente; necesitarán perseverancia, y la perseverancia será su salvación: "Por tu perseverancia obtendrás la vida".

            No tenemos que enfrentarnos a situaciones tan dramáticas como las descritas en este discurso apocalíptico, pero todos tenemos que enfrentarnos, en determinados momentos de nuestra vida, a situaciones difíciles de diversa índole.  Pidamos al Señor estar siempre libres de temor y, sobre todo, estar dotados de esa perseverancia que nos llevará a la vida eterna.