31 de diciembre de 2021 - 7º día de la Octava de Navidad
1 Jn 2:18-21; Jn 1:1-18
H o m e l i a
Hemos llegado al último día de la Octava de Navidad.
El nombre de esta fiesta de Navidad en nuestros libros litúrgicos latinos es "Nativitas Domini", que se traduce como "nacimiento del Señor". Sin embargo, lo que celebramos no es el 2021º aniversario del nacimiento de Jesús. Lo que celebramos es algo más importante. Es el hecho mismo de que Dios se hizo hombre.
La Navidad no es sólo una celebración de un acontecimiento pasado. Es la celebración de la presencia actual de la gloria encarnada de Dios entre nosotros y en nosotros. La Navidad es la celebración del nacimiento de Dios, la humanidad de Dios y la historia de Dios.
1) Fiesta del nacimiento de Dios: obviamente, porque nació de la Virgen María hace dos mil años. Pero también porque nace hoy en cada uno de nosotros. En Jesús, Dios no se hizo simplemente hombre. Se convirtió en un hombre. Toda la humanidad, todo ser humano, ha sido transformado, hecho capaz de ser deificado por la gracia de Dios.
2) Fiesta de la humanidad de Dios: la Navidad es, por tanto, también la fiesta de nuestra naturaleza humana. Es la fiesta de la dignidad de la naturaleza humana llamada a ser en cada persona morada y manifestación de la gloria de Dios.
3) También es una celebración de la historia de Dios. Nuestro Dios, el Dios revelado en Jesucristo, no es un concepto abstracto, un Dios impasible, eternamente inmutable, no afectado por nada, más allá del tiempo y del espacio. Nuestro Dios ha decidido tener una existencia en el tiempo, ha decidido compartir la historia humana, y continúa su existencia histórica en cada uno de nosotros.
La historia de Dios, como toda la historia, es imprevisible. Estamos llamados a ser un pueblo de nómadas espirituales, como los israelitas en el desierto durante el Éxodo, siempre mirando la gloria de Dios en la nube que les acompañaba en su viaje. Cuando la nube se movió, se pusieron en marcha. Cuando la nube se detuvo, montaron sus tiendas.
En este día de Navidad, hagamos como los pastores de Belén. Que la gloria de Dios nos rodee y penetre, para que todas nuestras noches se transformen en la luz de la esperanza bajo los cálidos rayos del sol de la justicia.