14 de 2022 -- Viernes de la 1ª semana par
1 Samuel 8, 4-7. 10-22; Mc 2, 1-12
Homilía
La primera lectura es un buen ejemplo de cómo Dios respeta nuestra libertad. Nos ha puesto a cargo de nuestra propia existencia y nos ha dejado la plena responsabilidad de tomar todas las decisiones importantes sobre nuestra vida.
A veces rezamos como si Dios hubiera decidido todo en nuestro lugar, y como si lo único que tuviéramos que hacer fuera descubrir lo que Él ya ha decidido. No es así. Dios nos deja la responsabilidad de tomar nuestras decisiones libremente. Simplemente nos ofrece todas las luces que necesitamos para tomar las buenas decisiones y la gracia que necesitamos para ponerlas en práctica. Siempre somos libres de utilizar las luces que nos da, o no. Normalmente no se nos aparece en persona; sus luces suelen llegarnos a través de la intermediación de otros seres humanos. Aparte de estas luces, también tenemos, por supuesto, que utilizar la inteligencia que nos ha dado, y todos los demás medios de discernimiento que ha puesto a nuestra disposición. Una vez tomadas nuestras decisiones, es inútil mirar atrás y preguntarse si fue la decisión correcta o no. Lo importante a partir de entonces es aceptar honesta y generosamente todas las exigencias que implica nuestra decisión, y Dios estará con nosotros.
El pueblo de Israel podría haber seguido teniendo "jueces" como Samuel como intermediarios entre ellos y Dios. Pero querían tener un rey, como todas las demás naciones. Dios le dijo a Samuel que les diera una larga lista de las cosas que un rey les exigiría. Parece que la lista era tan larga que debería haber disuadido a cualquiera de tener un rey. Pero ellos seguían queriendo un rey; y así, Dios le dijo a Samuel que les diera uno. Y Dios siguió estando con ellos y con su rey, fiel a su amor incluso cuando ellos no eran fieles al suyo.
Todo esto nos deja a todos con una gran responsabilidad. Cuando ocurre algo en nuestra vida personal o en la vida de nuestra comunidad, decimos fácilmente: "es la voluntad de Dios". Esto puede sonar muy edificante, pero puede ser una forma fácil de eludir nuestras responsabilidades. Dios quiere que utilicemos todos los medios humanos que nos ha dado para tomar una decisión sabia: la oración, el análisis cuidadoso de la situación, la reflexión, la consulta, el diálogo y, sobre todo, el examen cuidadoso de cuáles son nuestras motivaciones. Cuando pedimos a Dios que nos dé su luz, no debemos esperar que nos diga lo que debemos decidir, sino que nos dé una luz que nos revele nuestras propias motivaciones conscientes e inconscientes.