16 de enero de 2022 - 2º domingo "C
Is 62:1-5; 1 Cor 12:4-11; Jn 2:1-11
Homilía
El evangelista Juan es un místico y un teólogo. En el relato que acabamos de escuchar, no debemos ver la simple descripción de un milagro simpático, por el que Jesús proporciona a los invitados el vino que necesitan para continuar el festín, quizá porque sus discípulos han contribuido en gran medida a agotar las reservas. La clave del relato se encuentra, como es habitual en Juan, al final de la narración: Este, dice Juan, fue el primero de los signos realizados por Jesús; y este signo nos da la clave para la interpretación del resto del Evangelio. En efecto, se trata de una " signo ", que es muy diferente de un " milagro ".
El elemento central de este relato son las seis jarras de piedra. Son jarras que los judíos utilizaban para las abluciones para purificarse. Es un poco extraño encontrar seis de ellas - y de gran tamaño - en una casa privada, donde se celebra una boda. Estas jarras son de piedra, como las tablas en las que se entregó la antigua Ley a Moisés. Y el hecho importante es que están vacías. Estas jarras vacías representan la Antigua Alianza en la que el hombre vivía atemorizado, obsesionado por la tensión entre lo puro y lo impuro, lo permitido y lo prohibido, e intentando liberarse de su sensación de impureza mediante abluciones rituales.
A esta religión de puros e impuros, de abluciones y sacrificios, Jesús viene a sustituirla por una religión de amor y misericordia simbolizada por el vino nuevo del Espíritu. Jesús dirá un día que no ha venido a abolir esta antigua Ley sino a cumplirla. El número de jarras (hay seis) significa precisamente la falta de plenitud, pues el siete es el número perfecto. Jesús viene a cumplir la antigua economía haciendo que estas tinajas se llenen de agua. No se llenan de vino sino de agua. El agua se convierte en vino no en las jarras, ¡sino cuando se sirve!
Al principio de su Evangelio, desde el bautismo de Jesús en el Jordán, Juan cuenta cuidadosamente los días. Estamos en el sexto día: el que corresponde al sexto día del Génesis, el día en que Dios creó al hombre. Así que Jesús viene a crear una nueva humanidad. A lo largo de su Evangelio, Juan muestra a Jesús como el nuevo Adán (María como la nueva Eva), y el Reino que ha venido a establecer como una nueva creación.
Jesús y María no están en esta boda en la misma capacidad. Juan sopesa sus palabras: "Había una boda en Caná. La madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado. María está allí porque todavía pertenece a la Antigua Alianza. Cuando ella le señala a Jesús, que está invitado, la falta de vino, él le indica que ese vino, que ahora se ha acabado, pertenece al pasado. "¿Qué nos importa a usted y a mí? Sin embargo, la Nueva Alianza, la nueva creación que vino a traer, está presente en este día sólo como un signo, porque su hora (la hora de su Pasión) aún no ha llegado.
Resulta sorprendente que el evangelista Juan, a pesar de estar tan cerca de María, no la mencione por su nombre. Simplemente dice que "la Madre de Jesús estaba allí". Jesús se dirige a ella como "mujer", expresión que ya anuncia a la mujer por excelencia, que será fuerte al pie de la cruz y que será coronada con doce estrellas al final del Apocalipsis. Mientras que Eva, la madre de los vivos, había ofrecido la manzana al primer Adán, María se contenta con señalar a Jesús que falta vino, y Jesús, al invitarla a romper con el pasado, la convierte en la madre de la Nueva Alianza, en la madre de la Iglesia; y ya ejerce este papel al decir a los sirvientes: "Haced lo que os diga".
La hora de Jesús aún no ha llegado. Antes de que llegue ese momento, experimentará todas las tensiones creadas por los que todavía se aferran a la Antigua Alianza y que están simbolizadas aquí por el maestro de la comida que llama al novio y le reprocha no haber seguido las reglas habituales y no haber servido primero el mejor vino. Así, los escribas y doctores de la antigua Ley, que ignoran la misericordia, reprocharán constantemente a Jesús que no siga las tradiciones y costumbres.
Este Evangelio nos invita a dejarnos instruir y formar por los signos que Jesús obró, y a sacar nuestra experiencia de Dios del vino nuevo del Espíritu, más que de una pureza buscada a través de observancias y ritos. No pertenecemos a la Antigua Alianza. No tenemos nada que hacer con el maestro de ceremonias y sus costumbres anticuadas. Escuchemos más bien a María que nos dice: "Haced lo que os diga". Entonces seremos los invitados a las bodas del Cordero que Juan describirá en su Apocalipsis y que ya fue anunciado en el texto de Isaías que tuvimos como primera lectura: "Como la novia es la alegría de su marido, así serás tú la alegría de tu Dios."
Armand VEILLEUX