11 de abril de 2022 -- Lunes de Semana Santa

Isaías 42:1-7; Juan 12:1-11

Homilía

           Este relato del Evangelio de San Juan es muy similar a otro que Mateo y Marcos sitúan inmediatamente antes de la Pasión. El Evangelio de Juan fue ciertamente escrito mucho después de los Sinópticos, pero debe ser un registro preciso de un evento que fue contado en las Iglesias bajo la influencia de Juan. Los amigos íntimos de Jesús, especialmente Marta, María y Lázaro, son tan importantes en el Evangelio de Juan que no pudo haber inventado esta historia o incluso arreglarla para poner a Marta, María y Lázaro en el centro de la narración. 

           Esto no hace sino resaltar aún más el mensaje del relato de Marcos y Mateo. No han distorsionado la historia. Simplemente lo han despojado de las menciones concretas de lugar y personas para que el mensaje sea más universal. En Juan, la escena tiene lugar en la casa de Marta, María y Lázaro. En Marcos y Mateo, es simplemente en Betania; y la mujer no se nombra; es una figura universal.  En Juan, es María, hermana de Lázaro. Marcos y Mateo tienen la cabeza de Jesús ungida para mostrar su realeza.  En Juan, María derrama el perfume sobre los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos, en un gesto desbordante de afecto. En Marcos y Mateo, algunos protestan contra este despilfarro; en Juan, es Judas quien protesta y Juan explica que es porque era un ladrón y no se preocupaba por los pobres.

           La esencia del mensaje es la misma: "Siempre tendréis a los pobres con vosotros" y siempre debéis acudir en su ayuda.  No me tendréis siempre.  Así que anuncia que se va. Anuncia su muerte. Ahora, su presencia, en el mismo lugar donde había resucitado a Lázaro poco antes, atrae a las multitudes; y los jefes de los sacerdotes, en su locura, deciden matar también a Lázaro. Aquí hay otro mensaje: el discípulo no es más grande que su maestro. Lo que se ha hecho al maestro también se puede hacer al discípulo. El que quiera ser mi discípulo, dice Jesús, que cargue con su cruz y me siga.  Llevar la cruz no es sólo una forma de hablar.  Si uno lleva su cruz, es para ser crucificado en ella.

Armand Veilleux