21 de abril de 2022 - Jueves de la Octava de Pascua

Hechos 3:11-26; Lucas 24:35-48

Homilía

            Lo más sorprendente de este Evangelio es el miedo que se apodera de los once Apóstoles y sus acompañantes.  Poco antes, los discípulos que se habían encontrado con Jesús en el camino de Emaús y lo habían reconocido al partir el pan, habían regresado para contárselo a los Apóstoles.  Los apóstoles respondieron: "¡Es cierto! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.  Antes estaba el testimonio de las mujeres que acudieron al sepulcro en la mañana de Pascua.  Así que todos sabían ya que Jesús había resucitado de verdad.  De repente, mientras están hablando juntos de Jesús, éste aparece en medio de ellos y les dice simplemente: "La paz esté con vosotros". Y esto es suficiente para que tengan miedo y estén llenos de temor.  ¿Cuál es entonces el origen de este miedo? 

            El motivo de su temor es, sin duda, que el Jesús que se hace presente en medio de ellos es diferente de la imagen que se han formado de él y de la que siguen hablando. 

            ¿No ocurre algo similar hoy en día en nuestros llamados países de la vieja cristiandad?  Hablamos mucho de Jesús, como hicieron los Apóstoles entre ellos.  Quizá olvidemos con demasiada facilidad que Jesús es algo distinto a todas las imágenes que tenemos de él. Estas imágenes pueden sernos útiles para entrar en contacto personal con él y, sobre todo, para "hablar de él"; pueden haber sido útiles para todo el pueblo cristiano en los períodos llamados "cristianos".   Pero estas imágenes ya no son una mediación eficaz para una gran parte de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que no han rechazado necesariamente a Cristo, aunque hayan abandonado la práctica sacramental y quizás incluso la institución eclesial.

            Probablemente deberíamos estar mucho menos seguros de todo lo que tenemos que decir sobre Jesús y dejar que se haga presente entre nosotros de formas inesperadas.  Las manos y los pies traspasados que nos muestra son las manos y los pies de todos sus hermanos y hermanas heridos por las guerras y el odio.  Por boca de todos los hambrientos de la tierra nos dice una y otra vez: "¿Tenéis suficiente para comer?

            Estos días se habla mucho de la "Nueva Evangelización" y de la necesidad de reevangelizar la sociedad occidental.  Para ello, es imprescindible deshacerse de todas las imágenes de Jesús, a menudo muy sentimentales, que se han acumulado en la conciencia colectiva a lo largo de muchos siglos, pero que ya no hablan a las mujeres y los hombres de hoy.  Volvamos a exponernos al impacto de las propias palabras del Evangelio. Dejemos que Jesús entre en nuestras vidas y nos diga "¿por qué están molestos?" y nos llame una vez más a "la conversión proclamada en su nombre para el perdón de los pecados". 

Armand VEILLEUX