30 de abril de 2022 - Sábado de la 2ª semana de Pascua

Hechos 6:1-7; Juan 6:16-21

Homilía

           Hay muchos detalles misteriosos y cargados de simbolismo en este breve texto de San Juan.  La escena tiene lugar inmediatamente después de la primera multiplicación de los panes (sobre la que leímos ayer).  Todavía estamos en el comienzo de la vida pública de Jesús, y su relación con sus discípulos apenas se está estableciendo.   Después de la multiplicación de los panes, cuando la multitud quiere hacerle rey, Jesús se retira solo a la montaña. Los discípulos ya están acostumbrados a estas noches que Jesús pasa solo en la montaña rezando.  Cuando llega la noche y Jesús no regresa, los discípulos saben que pasará la noche allí.  Así que bajan al lago y zarpan hacia la ciudad de Cafarnaúm, en la otra orilla.  A continuación, Juan tiene una de esas frases llenas de misterio: "Ya había anochecido y Jesús aún no se había reunido con ellos".  La mención de la noche en Juan también significa confusión, falta de entendimiento, la ausencia de Jesús.  Los discípulos están un poco perdidos.

           De repente empezó a soplar un gran viento.  Como suele ocurrir en los grandes lagos (y el lago de Tiberíades es un auténtico mar interior), pueden iniciarse repentinamente tormentas muy fuertes.  El relato de Juan es extremadamente sobrio en detalles.  Sólo le interesa mostrar lo que los discípulos viven interiormente y la relación que Jesús establece con ellos.

           Los discípulos ya han remado unos cinco kilómetros cuando de repente ven a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a ellos.  Es interesante observar que Juan no está interesado en describir un milagro, un fenómeno extraordinario. Simplemente dice que los discípulos vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a ellos, como si fuera lo más normal del mundo.   En su dificultad, su pensamiento y su corazón se dirigen a él y esta fe en él lo hace ya presente.  Cuando lo ven, les invade el miedo; pero es un miedo reverencial.  A continuación, Jesús se revela en toda la grandeza de su divinidad utilizando la expresión "Ego eimi" - "Yo soy" (que es enormemente más fuerte que la insípida traducción: "soy yo").  Y añade la recomendación que acompaña a casi todas las comparecencias: "No tengas miedo".

           Entonces los discípulos quieren llevarlo a la barca, pero ya están en la orilla.  No debemos imaginar que el barco fue transportado milagrosamente a la orilla.  La explicación más probable es que, mientras siguen remando, están tan atrapados en su conciencia de la presencia de Jesús que no se dan cuenta de lo lejos que han llegado y de lo cansados que están hasta que llegan al puerto.

           Sería fácil relacionar este relato evangélico con lo que estamos viviendo individualmente o como comunidad. Dejo que cada uno lo haga en el silencio de su corazón.

Armand Veilleux