6º Domingo de Pascua (C )

Hch 15, 1-2. 22-29 /

Ap 21, 10-14. 22-23 /

Jn 14, 23-29

Cuando queremos asegurar a alguien de que vamos a llevar a cabo alguna cosa que hemos prometido hacer, solemos fácilmente decir : “Te doy mi palabra”. Y si somos personas de honor, nos sentiremos obligados de una manera especial. Y en este caso decimos “Palabra de honor”.

 Por otra parte, en determinadas ocasiones, expresamos la misma idea utilizando una expresión contradictoria en apariencia: “Mantendré mi palabra”. Paradójicamente “dar su palabra” y “mantener su palabra” vienen a significar lo mismo. “Mantener una palabra” no significa tan sólo no olvidar algo, sino que equivale asimismo a poner en práctica y a ser fieles a lo prometido,  venga lo que venga.

 No se trata de un mero juego de palabras. Estamos aquí con el significado profundo de la palabra y con el papel que desempeña en las relaciones humanas. E un medio de comunión entre personas. La palabra verdadera forma parte de la persona que habla, y sigue  constituyendo parte de ésta justamente cuando es recibida y asumida por la persona que la recibe y  forma parte asimismo en delante de esta persona. La palabra es dada y mantenida asimismo justamente cuando es recibida. (Una palabra que no es verdadera, queda separada de cada una de las dos personas concernidas y es en realidad algo muerto).

 Cuando doy mi palabra, me estoy dando de hecho a mi mismo y se establece una comunión entre mi y la persona a la que se la doy.

 Dios, nos dice San Juan, no ha amado tanto que nos ha dado su palabra. La ha dado y la ha mantenido. Nos ha dado su palabra consubstancial, que ha permanecido en su seno, cuando se  ha hecho nuestra. Se ha llegado a nosotros, se ha hecho carne y se ha convertido en nuestro alimento de Vida.

 Las palabras de Jesús que acabamos de leer en el Evangelio de hoy, constituyen su respuesta a una pregunta de Judas: ¿Cómo te vas a manifestar tú a nosotros y no al mundo?”

A lo que responde Jesús:

 “Si me amáis guardaréis mi Palabra… Entonces os amará mi Padre, nos llegaremos a él y estableceremos en él nuestra morada”. Así, de  la misma manera que Jesús es la Palabra del Padre, unido a él en el Espíritu de amor; de igual manera, si recibimos su Palabra y la conservamos, estaremos unidos a Él y  a su Padre de manera igual”.

 Esta unión de caridad que nos une a Dios y nos une por consiguiente los unos a los otros, es la manera cómo Jesús, se manifiesta en todo tiempo al mundo, a través de nosotros.

 Ojlá podamos vivir siempre entre Cristianos, y en el seno de cada una de nuestras comunidades cristianas de manera que podamos decir con toda verdad: “Ved cómo se aman”. Así continuará Jesús manifestándose a nosotros y al mundo.      

Armand  VEILLEUX