12 de julio de 2022, martes de la 15ª semana - año par
Homilía
Los textos de esta Eucaristía nos hablan de la debilidad y del poder: de la debilidad humana y del poder de Dios. En la primera lectura, tomada de uno de los primeros capítulos del Libro de Isaías, tenemos una descripción de una situación política y militar muy compleja con coaliciones enfrentadas. En estas condiciones, el joven rey Acaz está lleno de miedo. Su corazón, como el de todo el pueblo, tiembla "como tiemblan los árboles del bosque con el viento". Acaz piensa en pedir ayuda a Asiria, comprometiendo la autonomía de su reino. Entonces se envía a Isaías para decirle que Dios les apoyará, pero con una condición: la fe. "Si no crees, no te mantendrás en pie".
En las amonestaciones de Jesús en el Evangelio a las ciudades de Corazín y Betsaida, les reprende esencialmente por su falta de fe. "Si los 'actos de poder' que tuvieron lugar en ti hubieran tenido lugar en Tiro y Sidón, hace tiempo que se habrían convertido bajo saco y ceniza. En realidad, Jesús no habla de "milagros" como lo hacen la mayoría de nuestras traducciones. Habla de actos de poder (dunameis), de la manifestación del poder de Dios.
Es fácil aplicar este texto a las situaciones que vivimos, ya sea como individuos, comunidades, naciones o incluso la humanidad. Más de una vez nos encontramos en situaciones difíciles en las que la gente está agitada, pero en medio de toda esta agitación y más allá de ella debemos saber percibir la acción de Dios y leer su voluntad con una mirada de fe.
Esforcémonos por ver la acción del poder de Dios -la dunameis de Dios- en nuestras vidas y por encontrar en ella el fundamento de la fe que nos permita afrontar, sin miedo, los próximos pasos de nuestra historia personal o comunitaria.
Armand Veilleux