5 de octubre de 2022 -- Miércoles de la semana 27 "C"
Gal 2:1-2. 7-14; Lucas 11:1-4.
Homilía
Juan el Bautista, al igual que otros maestros espirituales de su tiempo, incluidos los fariseos y saduceos y los doctores de la Ley, enseñaba a sus discípulos métodos, gestos y fórmulas de oración. Así que los discípulos de Jesús, muchos de los cuales habían sido discípulos de Juan, le pidieron un día que les enseñara a orar "como Juan enseñó a sus discípulos". Sin duda les desconcertaba el hecho de que a menudo veían a Jesús retirarse, sobre todo de noche, para orar en secreto, pero que no les enseñaba ningún método ni fórmula. La respuesta de Jesús, resumida en lo que llamamos el "Padre Nuestro", no es una "fórmula de oración" que les invita a repetir, sino una rica enseñanza sobre lo que es la oración. (En general, los exegetas aceptan que esta versión del Padrenuestro de Lucas, más corta que la de Mateo, es la más original).
La primera enseñanza se encuentra en la palabra "padre", e implica que debemos adoptar una actitud filial hacia Dios, llena de afecto, confianza y, en cierto modo, "complicidad". Esta actitud se manifiesta, en primer lugar, en la expresión del deseo de que este nombre de "padre", dado a Dios, sea venerado en todas partes y que su reino de paz, justicia y amor se establezca en todas partes, aquí abajo, en la tierra. Luego viene la petición del pan de cada día, que es una forma de reconocer que todo lo que tenemos es un don de Dios, seguida de la petición del perdón de los pecados, y de la petición de no estar sujetos a la tentación.
Esto, en unas frases muy breves, es una descripción de la actitud del orante. Jesús no da una respuesta fácil a la pregunta de sus discípulos. De hecho, no responde directamente a la pregunta. No dice: "La oración es esto o aquello. No dice: "Rezar es recitar tal o cual fórmula". Más bien dice: "Cuando reces, di...". Es decir, cuando estás en estado de oración, o cuando hay una oración en tu corazón y quieres expresarla con palabras, puedes, por ejemplo, utilizar las siguientes palabras: "Padre nuestro, santificado sea tu nombre, etc.".
Si Jesús no responde directamente a la pregunta, la razón es probablemente que lo más importante para Él no es que aprendamos a rezar, sino que aprendamos a convertir toda nuestra vida en oración. Cuando oramos, es decir, cuando estamos en estado de oración, podemos utilizar las palabras que Él nos enseña. Si no estamos en estado de oración, las palabras, aunque nos las enseñe Jesús, serán vacías.
Cuando hablamos de "decir nuestras oraciones" o "hacer nuestras oraciones", ya tenemos una visión mercantilizada de la oración. La oración no es algo que los seres humanos utilicen; es principalmente una actitud o estado de comunión.