19 de diciembre de 2022; lunes de la 4ª semana de Adviento

Jue 13:2...35; Lc 1:5-25

Homilía

          En los dos primeros capítulos de su Evangelio, Lucas relata, en narraciones completamente paralelas, los acontecimientos relativos a Juan el Bautista y los relativos a Jesús. La circuncisión de Juan el Bautista con el canto de Zacarías es paralela a la de Jesús con el canto de Simeón; Juan crece y se retira al desierto, igual que Jesús crece y se retira al desierto durante cuarenta días; etc.

          El Evangelio de hoy, en el que se habla a Zacarías del nacimiento de Juan, es paralelo al anuncio a María del nacimiento de Jesús, que será el Evangelio de mañana.

          Zacarías era un anciano venerable, en cuyo árbol genealógico figuraba la flor y nata de la clase media de Israel.  Su tarjeta de visita era impresionante: un sacerdote, de origen levítico, estricto cumplidor de la Ley, que realizaba el servicio sacerdotal en el templo, y que había entrado aquel día para ofrecer el sacrificio de incienso.  María, en cambio, es una muchacha muy joven, de familia y pueblo humildes, cuyo linaje ancestral se desconoce, aunque se dice que su prometido era de la línea de David.

          Lo que Lucas quiere mostrar es que la institución religiosa, con todo su prestigio, virtud y grandeza, no recibe el mensaje de Dios, al menos no sin pedir pruebas, y es silenciada.  El pueblo pequeño, los anawim, los "pobres de Yahvé", representados por María, poco observantes de la ley, que sólo conocen vagamente, y despreciados por los grandes, reciben este mensaje con una fe fresca e ingenua, y la boca de María se desata en un canto de alabanza: "Mi alma engrandece al Señor.

          Seamos del Nuevo Testamento y no del Antiguo.  Como María, abrámonos con fe a toda Palabra que venga de Dios y dejemos que esta Palabra arraigue en nosotros y dé fruto.

Armand Veilleux