22 de abril de 2023 - Sábado de la 2ª semana de Pascua

Hch 6,1-7; Jn 6,16-21

Homilía

          Hay muchos detalles misteriosos y simbólicos en este breve texto de san Juan.  La escena tiene lugar inmediatamente después de la primera multiplicación de los panes (sobre la que leímos ayer).  Estamos todavía al principio de la vida pública de Jesús, y su relación con sus discípulos acaba de establecerse.   Después de la multiplicación de los panes, cuando la multitud quiere hacerle rey, Jesús se retira solo al monte. Los discípulos ya están acostumbrados a las noches que Jesús pasa solo en el monte rezando.  Cuando llega la noche y Jesús no regresa, los discípulos saben que pasará allí la noche.  Así que bajan al lago y zarpan hacia la ciudad de Cafarnaún, en la otra orilla.  Juan tiene entonces una de esas frases misteriosas: "Ya había oscurecido y Jesús aún no había llegado hasta ellos".  La mención de la noche en Juan significa también confusión, incomprensión, ausencia de Jesús.  Los discípulos están un poco perdidos.

          De repente empezó a soplar un gran viento.  Como sucede a menudo en los grandes lagos (y el lago de Tiberíades es un verdadero mar interior), pueden empezar de repente tormentas muy fuertes.  El relato de Juan es extremadamente parco en detalles.  Sólo le interesa mostrar lo que los discípulos están viviendo interiormente y la relación que Jesús establece con ellos.

          Los discípulos ya han remado unos cinco kilómetros cuando, de repente, ven a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a ellos.  Es interesante observar que Juan no está interesado en describir un milagro, un fenómeno extraordinario. Simplemente dice que los discípulos vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a ellos, como si fuera lo más normal del mundo.   En su dificultad, sus pensamientos y sus corazones se vuelven hacia él y esta fe en él lo hace ya presente.  Cuando lo ven, les invade el miedo; pero es un miedo reverencial.  Jesús se revela entonces en toda la grandeza de su divinidad utilizando la expresión "Ego eimi" - "Yo soy" (que es enormemente más fuerte que la insípida traducción "soy yo").  Y añade la recomendación que acompaña a casi todas las apariciones: "No tengáis miedo".

          Entonces los discípulos quieren subirle a la barca, pero ya están en la orilla.  No debemos imaginar que la barca fue transportada milagrosamente hasta la orilla.  La explicación más probable es que, mientras reman, están tan absortos en la presencia de Jesús que no se dan cuenta de lo lejos que han llegado y de lo cansados que están hasta que llegan al puerto.

          Sería fácil relacionar este relato evangélico con lo que estamos viviendo individualmente o como comunidad. Dejo que cada uno de nosotros lo haga en el silencio de su corazón.

Armand Veilleux