23 de abril de 2023 -- III Domingo de Pascua "A"

Hechos 2:14, 22b-33; 1 Pe 1:17-21; Lucas 24:13-35

Homilía

          Todos los evangelios de los domingos de Pascua están tomados del Evangelio de Juan, excepto el de hoy, que es de Lucas.  Lucas relata tres apariciones de Jesús el día de Pascua: 1) a las mujeres, que fueron las primeras en tener el valor de acercarse al sepulcro por la mañana, temprano; 2) a los dos discípulos, que habían decidido volver a su pueblo y a su trabajo; 3) a los Doce, que seguían paralizados por el miedo en el lugar donde se habían encerrado.

          El encuentro de los dos discípulos en el camino de Emaús ha inspirado a muchos artistas a lo largo de los siglos.  Pero creo que la mayoría de los cuadros conocidos representan a Cristo a la mesa con los dos discípulos, en el comedor del hotel, más que en el camino.  Personalmente, siempre me ha fascinado más su encuentro en el camino.

          En realidad, aunque lo que describe Lucas tiene sin duda una base histórica, no le interesa describir con detalle ningún acontecimiento concreto.  No hace falta mucha reflexión ni análisis para darse cuenta de que lo que Lucas está describiendo en este pasaje es la vida de la primera comunidad cristiana, que continúa sus ocupaciones ordinarias tras la muerte y resurrección de Jesús, pero que sigue sintiendo su presencia: 1) a través del compartir la Palabra y la catequesis, 2) a través de la fracción del pan y 3) a través de la profesión de fe.  Lucas no relata aquí un milagro de poder, sino un acontecimiento que deleita el espíritu y calienta el corazón.

          Tratemos por un momento de imaginar cómo se sentía la comunidad cristiana (representada aquí por los dos discípulos) tras la muerte de Jesús.  La vida de Jesús había sido muy confusa para ellos.  Había aparecido como un joven profeta con todos los signos del Mesías; había hablado como nadie; había ido por ahí haciendo el bien y obrando milagros; pero todo había sido por muy poco tiempo.  Le habían dado muerte.  Una frase del relato expresa su decepción: "Pensábamos que era él...".

          En la vida de cada uno de nosotros ha habido sin duda momentos en los que hemos tenido una vívida experiencia de la presencia de Cristo.  La certeza absoluta de esta presencia nos ha dado la fuerza para comprometernos, como cristianos, como miembros responsables de la Iglesia o como monjes.  Y probablemente ha habido otros momentos en los que nada parecía claro ni seguro.  ¿No tuvimos ganas de decir en ese momento: "Creíamos que era él..."? Pensábamos que estábamos haciendo su voluntad, pensábamos que estaría con nosotros para siempre.  Esperábamos experimentar su presencia una y otra vez.  Y ahora es el tercer día, el tercer mes, el tercer año...   Y si alguien nos pregunta por qué estamos tan tristes, podríamos responderle: "Usted es el único aquí que no sabe que todo va mal... en la Iglesia, en el mundo, en mi comunidad, en mi vida"...

          El Evangelio de hoy nos recuerda la importancia del recuerdo, que es la actitud cristiana fundamental ("Haz esto en memoria mía...").  Nos recuerda que siempre que, en un momento de duda y de prueba, tenemos el valor de decir: "Creí que era Él"... siempre se encuentra ahí, caminando a nuestro lado en el camino, calentando nuestros corazones, abriendo nuestros ojos a la comprensión de las Escrituras -- no sólo de la Biblia, sino también de las Escrituras de nuestra existencia --, y llevándonos a compartir el pan con nuestros hermanos y hermanas, llevándonos a reconocerle en ese compartir

          Somos los discípulos de Jesús... Todos estamos en el camino de Emaús.  Nos contamos unos a otros lo que sucedió... o no sucedió.  Porque tenemos el valor de hacerlo, en memoria de Él, Él está allí en el camino, caminando a nuestro lado.  Él es uno de nosotros; Él es cada uno de nosotros.  Él es lo que cada uno de nosotros debe ser para el otro... "¿No arden nuestros corazones en nuestro interior?    

Armand Veilleux