Jueves, 3 de agosto de 2023 -- Jueves de la 17ª semana del tiempo ordinario
Éxodo 40, 16-21. 34-38; Mt 13, 47-53
Homilía
En la primera lectura de hoy, tenemos los últimos versículos del libro del Éxodo; y en el Evangelio, la conclusión de una larga enseñanza de Jesús sobre el Reino de los Cielos, en la que utilizó muchas imágenes para hacer comprender a sus discípulos diversos aspectos de ese Reino.
Todas esas imágenes, incluida la de hoy, que compara el Reino con una red echada al mar de la que se sacan todo tipo de cosas, quieren hacernos comprender que el Reino de los cielos se va construyendo poco a poco aquí en la tierra. A lo largo de este largo período de gestación, hay una mezcla constante de trigo bueno y cizaña, peces buenos y otras cosas sin valor. Y la lección de cada una de estas parábolas o imágenes es que la separación entre los buenos y los malos no tendrá lugar antes del Juicio Final. La razón es que, hasta entonces, nada es irreversible, nada está perdido, nada es definitivo. Todo pecado puede ser perdonado, todo pecador es capaz de convertirse, toda oscuridad puede transformarse en luz, todo error puede ser corregido por la Verdad. Y si Dios es paciente con nosotros, cuánto más debemos serlo entre nosotros e incluso con nosotros mismos. Razón de más, también, para que nos abstengamos de juzgar y separar lo bueno de lo malo.
A propósito de nuestro viaje aquí en la tierra, a lo largo de este período de construcción del Reino, tenemos una enseñanza muy hermosa en la conclusión del Libro del Éxodo, que explica cómo, a lo largo de su viaje por el desierto, el Pueblo de Israel se dejó guiar por la Nube, que simbolizaba la presencia de Dios: "En cada etapa, cuando la nube se elevaba sobre el tabernáculo, los Israelitas se ponían en camino. Si la nube no se elevaba, no salían hasta el día en que lo hacía". Y luego, el último versículo del Libro del Éxodo nos da un detalle muy hermoso. Esta nube estaba siempre presente y visible, de día y de noche "Porque de día la nube de Yahvé estaba sobre el tabernáculo, y de noche había fuego en él, a la vista de toda la casa de Israel, en todos sus pasos." Esto nos recuerda que, en nuestro propio camino, tanto en tiempos de oscuridad como en tiempos de luz, tanto en nuestras noches como en nuestros días, la presencia del Señor siempre está ahí para mostrarnos si ha llegado el momento de levantar nuestra tienda o de ponernos en camino. Porque hay un tiempo para armar la tienda y un tiempo para plegarla y ponerse en camino.
Armand VEILLEUX