11 de agosto de 2023 - viernes de la 18ª semana, año impar

Deut. 4, 32-40; Mt 16, 24-28

Memoria de Santa Clara

Homilía         

          Todas las llamadas del Nuevo Testamento son individuales y personales. Jesús no hace llamadas generales a cualquiera que quiera convertirse en su discípulo. Se trata siempre de un "Ven, sígueme" dirigido a una persona concreta. Sin embargo, aquí, inmediatamente después del primer anuncio de su pasión, Jesús enumera algunas de las condiciones que deben cumplir todos aquellos que son llamados y que desean responder a esta llamada.

          Entre los que acompañaron a Jesús en su ministerio, había varias categorías de personas. En primer lugar, estaba la multitud, formada sin duda en gran parte por curiosos, pero también por personas sinceras pero superficiales, y otro gran número de personas sinceras y abiertas a su mensaje. Junto a esta multitud estaban los discípulos, aquellos a los que había llamado para que "caminaran detrás de él", para que le acompañaran en todas sus misiones. Entre ellos estaban los doce Apóstoles. Y luego estaban sus amigos íntimos, que no pertenecían a ninguno de estos grupos, pero a los que a Jesús le gustaba retirarse en sus andares, como Marta, María y Lázaro.  

          Aquí Jesús se dirige a los discípulos propiamente dichos, es decir, a aquellos a quienes había llamado a seguirle y que deseaban responder a esa llamada. Les recuerda que deben seguirle hasta el final; deben aceptar llevar su cruz y, por tanto, posiblemente, ser crucificados. Pero aunque les llame, Jesús les deja libres. "Si alguno está dispuesto..." Este "si" es muy importante. Expresa el respeto de Dios por la libertad humana.

          Encontramos un eco de esta actitud de Cristo en la Regla de San Benito, donde éste pide que, después de leer la Regla tres veces al novicio, le diga cada vez: "Aquí está la Regla... si puedes seguirla... entra... si no, eres libre de irte".

          Aunque Jesús respetaba la libertad humana, no por ello dejaba de instruir a sus discípulos en los requisitos intrínsecos a esa libertad. Se puede renunciar a ser discípulo para ganar el mundo... Pero ¿de qué sirve ganar el mundo si pierdes tu alma?

          Jesús nos presenta constantemente opciones. Siempre nos da plena libertad; pero también nos hace conscientes de las consecuencias concretas de cada una de nuestras elecciones.

Armand VEILLEUX