14 de agosto de 2023 -- Lunes de la 19ª semana de un año impar

Dt 10, 12-22; Mt 17, 22-27

Homilía

           La curiosa historia del pez atrapado con una moneda en la boca no debe verse como una especie de milagro. Jesús nunca realiza milagros para impresionar o demostrar algo. El propósito de esta historia es más bien subrayar el hecho de que Jesús es dueño de la naturaleza, aunque quiera pagar el impuesto del Templo por sí mismo y por Pedro, para no escandalizar a los débiles. De este modo, Jesús nos enseña a anteponer el bien de los demás a la defensa de nuestros derechos personales.  

           Sin embargo, hay más en esta historia. El diálogo de Jesús con Pedro: "¿A quién exigen impuestos los reyes de este mundo? ¿A sus hijos o a los extranjeros?" indica que Jesús, con este signo, quería demostrar que, aunque era el Hijo de Dios, dueño de la naturaleza, se había hecho a sí mismo un extranjero. Este es un tema que se repite con bastante frecuencia en el Evangelio, aunque siempre de forma sutil. El Verbo de Dios llegó como un extranjero no reconocido al mundo que le pertenecía. El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Al abandonar a su familia, Jesús adoptó el estilo de vida del predicador itinerante que es un extranjero allá donde va. No es sorprendente, por tanto, que "El Extranjero" sea uno de los títulos de Cristo en toda una sección de la literatura cristiana primitiva.

           Este relato evangélico también arroja luz sobre el texto del libro del Deuteronomio que tuvimos como primera lectura de la misa. Moisés recuerda primero al pueblo el gran mandamiento de amar a Dios: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... etc.". Luego les llama a amar al extranjero porque, dice, vosotros mismos fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.

En Dios no hay extranjeros, pues todos somos de la familia de Dios; y por otra parte todos somos extranjeros aquí abajo, pues nuestro verdadero hogar está arriba. Si guardamos estos sentimientos en nuestro corazón y los llevamos a nuestras vidas, habremos hecho mucho para restaurar la unidad y el amor en un mundo dividido por el odio, la tensión y, a menudo, el miedo a los extraños.

           Y hoy celebramos la memoria del mártir San Maximiliano Kolbe, que dio su vida en el campo de concentración de Auschwitz para que un extranjero, padre de familia, pudiera ser liberado y reunirse con su mujer y sus hijos.

Armand VEILLEUX