1 de septiembre de 2023 - Viernes de la 21ª semana del Tiempo Ordinario
1 Tesalonicenses 4:1-8; Mateo 25:1-13
H o m e l i a
Había diez vírgenes: cinco necias y cinco prudentes. Las diez se durmieron cuando el novio tardó en llegar. Todas... tanto las sabias como las necias. Por eso no se reprocha a las necias que se durmieran, ni se felicita a las sabias que se mantuvieran despiertas. Todas se quedaron dormidas. La diferencia entre los dos grupos es que las últimas habían llevado aceite, cosa que las otras no.
¿Qué puede significar este aceite? Creo que significa el recuerdo constante de Dios, esa memoria Dei o memoria Christi, que está en el centro de la vida cristiana y, de manera especial, en el centro de la vida monástica.
El objetivo de la vida monástica es la oración continua. Esta oración se nutre de la lectio divina, se inspira y se expresa varias veces al día en las horas del Oficio Divino rezado en común. Sin embargo, no puede ser una verdadera oración constante y continua sin un recuerdo constante de Dios.
Si vivimos con este recuerdo constante de Dios en nuestro corazón, cada vez que nos enfrentemos a una decisión que hay que tomar, a un reto al que hay que responder, a una llamada de Dios, responderemos de manera acorde con el Evangelio de Jesús. Nos reconocerá y dirá: "Entrad en el Reino del Padre". Si, por el contrario, no vivimos con este recuerdo constante de Dios en nuestro corazón; es decir, si nuestro corazón está ocupado por otras preocupaciones, nos despertaremos perdidos y desesperados cuando nos enfrentemos a esta llamada. Entonces oiremos la terrible palabra: "No os conozco". La razón es que el "conocimiento", el verdadero conocimiento, como el amor, es mutuo o no lo es.