29 de enero de 2024 - Lunes de la 4ª semana, año par
2 Sm 15, 13... 16, 13; Mc 5, 1-20
Homilía
Las dos lecturas que acabamos de escuchar tienen mucho en común y son ricas en enseñanzas. Además, ambas son largas.
En la primera lectura, tenemos a un loco, llamado Simei, que lanza insultos a David, mientras éste huye de su propio hijo, Absalón, que quiere matarlo y ocupar su puesto como rey de Israel. En su magnanimidad, David deja que este hombre lo insulte y no permite que su gente vaya a matarlo.
En la segunda lectura, hay otro loco, poseído por una legión de demonios, que grita a Jesús. Jesús, que es hijo de David, pero más grande que David, cura al pobre hombre.
Hay algo extraño que sucede con esa curación. Cuando Jesús pregunta al espíritu inmundo que se ha apoderado de aquel hombre cuál era su nombre, la respuesta fue "somos legión". Y le suplican que no los expulse de su territorio, sino que los envíe a una piara de cerdos que se alimentaban allí en la ladera. Entraron en los cerdos y los cerdos se arrojaron al mar, y se ahogaron.
Lo más extraño, sin embargo, es la reacción de la gente de la zona. Cuando les contaron lo sucedido, vieron a aquella persona que habían conocido como un salvaje, que ahora estaba bien vestido y en su sano juicio. También oyeron hablar de los cerdos que se habían ahogado. ¿Qué hacen entonces? Le ruegan a Jesús que abandone su territorio. ¿Por qué? Sin duda, porque su presencia es demasiado molesta. No quieren perder más cerdos - o experimentar daños similares.
Si examinamos nuestras vidas, quizá a veces la presencia de Jesús nos parece demasiado perturbadora o demasiado desafiante. Si le dejamos entrar en nuestras vidas podemos perder cosas que no estamos leyendo para perder. Quizá prefiramos que Jesús se vaya a arriesgarnos a perder nuestros cerdos.
Armand Veilleux