3 de marzo de 2024 -- 3er Domingo de Cuaresma "B"

Éxodo 20:1-17; 1Cor 1:22-25; Juan 2:13-25. 

Homilía         

          Cuando Jesús expulsa a los vendedores del templo, con sus ovejas y bueyes, arrojando al suelo el dinero de los cambistas y volcando sus mostradores, los discípulos recuerdan las palabras de la Escritura: "El celo de tu casa me consume" (Sal 69,10, griego). Interpretan la acción de Jesús a la luz del celo de Elías (1 Reyes 19,10.14.15-18; 2 Reyes 10,1-28; Mal 3,1sq; Ecl. 48,1-11). Ven en Jesús al Mesías que fortalecerá las instituciones religiosas de Israel por la fuerza y la violencia. No entendieron nada, ni siquiera lo que el propio Elías había aprendido en su experiencia mística en el monte Horeb: que Dios no está en nada violento (huracán, terremoto, fuego, etc.) sino en lo que es suave y pacífico, la brisa suave.

          Al decir "no hagáis de la casa de mi Padre una casa de tráfico", Jesús está pisando otro terreno. Esta "Pascua de los judíos", como la llama el evangelista Juan, no sin una nota peyorativa, es muy diferente de la "Pascua del Señor" (como en Éxodo 12:11,48; Levítico 23:4; Números 9:10,14; Deuteronomio 16:1), y el Templo donde tiene lugar esta Pascua de los judíos ya no es la casa de Dios. Al llamar a Dios "mi Padre", Jesús muestra que la relación entre Dios y el pueblo ya no puede formularse en términos de sacrificio y, por tanto, de violencia, sino en términos de amor paternal y filial.

          Para entender la actitud firme e intransigente, aparentemente violenta, de Jesús, debemos situar el decálogo, que hemos escuchado en la primera lectura, en su verdadero contexto. Desgraciadamente, aprendimos los "Diez Mandamientos" como una serie de preceptos morales que debían observarse bajo pena de pecado. En realidad, se promulgaron en el doloroso recuerdo de la esclavitud de Egipto y con la esperanza de establecer una sociedad diferente, libre de esclavitud y opresión, en la que se respetara la igualdad de todos ante Dios en las relaciones interpersonales. Mientras que los tres primeros mandamientos hablan de la relación con Dios, los otros siete hablan de las relaciones entre las personas dentro de la comunidad.

          En la época de Jesús, en el mundo religioso de Israel, se observaba la dominación y la explotación de los pequeños por parte de la clase dirigente. En particular, la "Pascua de los judíos" era una ocasión para la explotación de los pobres que tenían que pagar sus cuotas al Templo. Por eso Jesús reprochó especialmente a los comerciantes de palomas, que eran los que explotaban a los pequeños que no podían comprar otra cosa.

          La ira de Jesús se dirige contra cualquier uso del sentimiento religioso para explotar a los pequeños y a los pobres. Cualquier apelación a Dios -sea Alá o el Dios de los cristianos- para justificar la violencia y la guerra es un crimen contra la humanidad: la humanidad de los más pequeños, que son siempre las primeras víctimas, y la humanidad de quien ha elegido convertirse en uno de nosotros.

Armand Veilleux