6 de abril de 2024 - Sábado de la Octava de Pascua
Homilía
Este pasaje del Evangelio de Marcos nos ofrece una descripción rápida y completa de la primera evangelización cristiana en los días posteriores a la resurrección de Jesús. Marcos establece una clara distinción entre los que creen y los que no, entre los que tienen una experiencia personal de Jesús y aquellos para los que lo que les cuentan los demás sigue siendo algo externo. Hay una lección muy importante en este Evangelio sobre la transmisión de la fe a través de la experiencia.
Lo que cada uno de los primeros discípulos que vieron a Cristo transmite es su experiencia. Los demás no les creen y Jesús les reprocha que no les crean.
Jesús se apareció por primera vez a María Magdalena... ella fue a contar a los demás su experiencia y se negaron a creerla. Luego se apareció a los dos discípulos que iban a Emaús. Volvieron para compartir su experiencia con los demás, que no les creyeron. "Finalmente se manifestó a los once mismos mientras estaban a la mesa, y les reprochó su falta de fe y su dureza de corazón porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Lo que Jesús les reprocha es precisamente que no hayan creído en la experiencia de sus compañeros. Este texto nos muestra una vez más la importancia de la experiencia en la transmisión de la fe. Lo que se transmite, de persona a persona, de generación a generación, es la experiencia de los creyentes. Es una fe vivida, que alguien ha experimentado.
Por tanto, este Evangelio nos enseña mucho sobre el significado de las apariciones (las del Resucitado a los Apóstoles, así como las más recientes). Desde el momento en que Jesús resucitó, entró con toda su humanidad en la gloria del Padre. Trasciende el tiempo y el espacio. Está presente en todas partes y en todo momento. Cuando se le aparece a alguien en un momento dado, no está más presente en ese momento que en el anterior y en el posterior. No está más presente en ese lugar que en todos los demás. De hecho, trasciende el tiempo y el espacio. Cuando alguien no veía a Jesús, luego lo ve y después no lo ve, el cambio no se produce en Jesús, sino en el que lo ve, el que experimenta su presencia. Y lo único que este vidente, este creyente, puede transmitir a los demás es su experiencia.
Una vez más, lo que Jesús reprocha a los Once, en el texto evangélico de esta mañana, no es que no hayan creído en Él, o en un mensaje suyo. Es simplemente que no creyeron en la experiencia de sus hermanos y hermanas.
Esto debe verse probablemente en relación con la enseñanza del Papa Francisco sobre la sinodalidad. Para él, el primer ejercicio de la sinodalidad es la expresión por parte del pueblo creyente de su fe, un pueblo al que suele referirse como infallibilis in credendo (infalible en su fe).