25 de abril de 2024, Fiesta del Evangelista Marcos
1 Pedro 5:5-14; Marcos 16:15-20
Homilía
El evangelista Marcos fue discípulo del apóstol Pedro, y su Evangelio se considera la primera recopilación de las palabras y los acontecimientos en torno a la vida y el ministerio de Jesús. Como lectura del Evangelio de esta mañana tenemos los últimos versos de este Evangelio de Marcos, y como primera lectura tenemos los últimos versos de la Primera Carta de Pedro, donde transmite los saludos de su discípulo e hijo Marcos.
En el Evangelio de hoy, después de su resurrección y en el momento de ascender al cielo, Jesús da a sus discípulos la orden de ir a predicar la Buena Noticia a toda la creación. Este es el comienzo del tiempo de la Iglesia, en el que nos encontramos ahora. Sus discípulos se convierten en testigos de la Palabra, y el Señor confirma esta Palabra con los signos que había anunciado.
El cristianismo no es una religión del Libro, como se dice a veces. Es una religión de la Palabra, y eso es muy diferente. Los Evangelios no son simples escritos en los que se recopilan con precisión las palabras de Jesús. Es a través de la propia vida, de la experiencia vivida, como se transmite la Palabra. Lo que escuchó de su Padre, Jesús nos lo dio a conocer a través de todo lo que experimentó aquí en la tierra. Del mismo modo, lo que nos revelan los escritos del Nuevo Testamento es este mismo mensaje, tal y como lo vivieron los Apóstoles y sus discípulos. Es la experiencia de la Iglesia primitiva la que se nos revela en estos textos. Los textos escritos son los vehículos de la experiencia; pero es la experiencia la que es el vehículo de la fe.
Si estamos reunidos aquí esta mañana para celebrar la Eucaristía, es porque durante dos mil años, generación tras generación, los fieles han escuchado la Palabra de Jesús, la han encarnado en sus vidas y nos la han transmitido a través de su experiencia vivida. A cada uno de nosotros se nos ha encomendado la misma misión de transmitir el mismo mensaje del Evangelio a nuestros contemporáneos y a las generaciones futuras, dejándolo impregnar en nuestras vidas y predicándolo a través de lo que vivimos incluso más que a través de la Palabra.
Lo esencial del mensaje cristiano es la Palabra vivida, la Palabra recibida y transmitida a través de la propia vida.
Armand Veilleux