6 de mayo de 2023 - Sábado de la 4ª semana de Pascua
Homilía
Queridos hermanos y hermanas,
En estos días de Pascua, la primera lectura de la Misa sigue hablándonos de los comienzos de la predicación apostólica, primero en Jerusalén y después a todas las naciones. La lectura evangélica está tomada de san Juan, especialmente, en estos días, del relato de los discursos de Jesús a sus discípulos antes de su pasión. El tono es muy familiar. Ayer Jesús les dijo que iba a su Padre y al Padre de ellos, y que ellos también conocían el camino. Tomás replicó: "Ni siquiera sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino? Hoy les habla de su Padre y les dice: "Ahora le conocéis y le habéis visto". Y esta vez es Felipe quien responde: "Muéstranos al Padre y con eso nos basta". Y ésta es la ocasión para que Jesús les explique que el Padre y Él son uno; y, por tanto, quien conoce al Hijo, conoce también al Padre.
Este largo discurso del capítulo 14 de Juan, del que la lectura de hoy es sólo una pequeñísima parte, tiene varios temas. El primer tema del texto que acabamos de leer es el del conocimiento. El conocimiento en el sentido bíblico, y especialmente en el Evangelio de Juan, implica una relación personal muy profunda. Puedo saberlo todo sobre una persona. Puedo haber leído su biografía, puedo conocer todos los detalles de su vida. Si no tengo una relación personal íntima con esa persona, no puedo decir que la conozco. Del mismo modo, puedo haber memorizado los Evangelios, e incluso puedo saber todo lo que dicen los teólogos sobre Jesús. Si no tengo una relación personal de amor con él, no puedo decir que le conozco. Lo mismo ocurre con su Padre.
Es interesante ver cómo se establece un lugar entre este conocimiento y las obras, entre lo que uno sabe o cree y lo que hace. A menudo oímos que ser es más importante que hacer y que lo que cuenta es lo que eres, no lo que haces. En realidad, desde una perspectiva evangélica, esta distinción carece de sentido. Sólo Dios "es" de un modo absoluto. Sólo Dios puede decir "Yo soy". Nosotros, sus criaturas, somos a través de lo que hacemos. Por eso el Evangelio nos llama una y otra vez a "hacer la verdad", a "hacer justicia", a "hacer obras de misericordia", a "hacer la voluntad de Dios", etc. La palabra "hacer" aparece como un eslogan en el Evangelio. La palabra "hacer" aparece como un leitmotiv en el pequeño texto evangélico que acabamos de leer. Jesús dice: "Si no creéis en mis palabras, creed al menos por mis obras, por lo que hago". Y añade: "El que crea en mí hará las obras que yo hago... Hará obras aún mayores..." ¿Por qué? Porque, dice, "Yo voy al Padre, y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré".
Así que no dudemos en pedir a Jesús que nos dé la gracia y la fuerza para hacer su voluntad, para vivir en la verdad y para hacer cada día lo que espera de nosotros. Así llegaremos a conocerle de verdad y a vivir en una relación de amor con Él, un amor que nos lleve a hacer siempre lo que Él espera de nosotros.
Armand Veilleux