4 de mayo de 2024 - Sábado de la 5ª semana de Pascua
Homilía
Las lecturas de la Eucaristía en este tiempo de Pascua son excepcionalmente ricas. Por un lado, en el Evangelio, leemos las últimas recomendaciones de Jesús a sus discípulos en la última comida que tuvo con ellos, tal como las relata Juan; y por otro lado, las lecturas de los Hechos de los Apóstoles nos dan una imagen muy viva de la Iglesia primitiva, donde todo evoluciona a una velocidad bastante excepcional. Uno de los aspectos de esta evolución que me parece más fascinante es ver cómo todo el futuro de la Iglesia está ligado a la historia personal de unos pocos individuos. (Esto será así durante toda la historia de la Iglesia). A lo largo de la narración de los Hechos, la figura central es, obviamente, la de Pablo, pero me parece aún más fascinante, en cierto modo, la figura de Bernabé, sin la cual quizá nunca se hubiera conocido a Pablo.
Bernabé fue uno de los primeros judíos convertidos por los Apóstoles tras la Resurrección y uno de los primeros en formar parte de la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Vendió el campo que poseía y vino a poner el dinero a los pies de los apóstoles (Hechos 4:37). Después de la conversión de Pablo, cuando los judíos de Damasco querían matarlo y todos en Jerusalén, donde se había refugiado, huían de él, fue Bernabé quien tuvo la intuición y el valor de ir a buscar a Pablo y llevarlo a los apóstoles. Sin esta acción de Bernabé, es posible que nunca se hubiera conocido a Pablo.
Una parte importante del ministerio de Pablo fue el tiempo en que él y Bernabé trabajaron juntos. Cuando los Apóstoles se enteraron de las primeras conversiones en Antioquía, enviaron a Bernabé a comprobarlo y éste, tras una primera inspección del lugar, fue a buscar a Pablo, que había regresado a su casa en Tarso. Bernabé, que era un levita, y Pablo, un antiguo fariseo, formaron un gran equipo. Ellos fueron los que, tras las numerosas conversiones de gentiles, propiciaron el Concilio de Jerusalén. Luego regresaron a Antioquía.
Por último, hubo una disputa entre Pablo y Bernabé sobre Marcos, a quien Pablo, intransigente, no perdonaba por haberlos abandonado cuando estaban en Panfilia y a quien Bernabé, más conciliador, quería llevar de vuelta con ellos. Luego se separaron tras una discusión muy acalorada, tras la cual Pablo continuó su ministerio con Silas y Bernabé hizo lo mismo con Marcos. Después, el libro de los Hechos no menciona a Bernabé, ya que está escrito por un admirador y discípulo de Pablo.
Siempre admiro el modo en que Dios, para llevar a cabo su obra, no sólo se sirve de los hombres, sino incluso de sus limitaciones y defectos, además de sus cualidades. También me parece que, en general, no nos damos cuenta suficientemente del papel crucial que desempeñó Bernabé en la Iglesia primitiva, con su excepcional facilidad para "conocer a los hombres". Le debemos el haber "salvado" no sólo a Pablo, sino también a "Marcos", que más tarde nos dio la primera versión de los Evangelios.
Armand Veilleux