12 de junio de 2024 - Miércoles de la 10ª semana par

1 Reyes 18:20-39: Mateo 5:17-19

Homilía

          En la primera lectura de la misa, el profeta Elías nos acompañará hasta el final de la semana.

          Elías era un profeta poderoso de palabra y de obra. Cuando tenía la palabra de Dios, no dudaba en abatir a los enemigos del Señor. Pero veremos en las lecturas de los próximos días cómo experimentó también su propia debilidad. Y esto le preparará para el encuentro con Dios en el monte Horeb.

          En la época de Elías, el pueblo de Israel atravesaba un período muy difícil. Era una época de sequía y hambruna. El rey Acab y todo el pueblo ayunaban para obtener el don de un poco de lluvia del cielo. Elías era un profeta que podía ver más allá de la precariedad de los tiempos presentes y podía oír el sonido de una fuerte lluvia que se acercaba, mientras que sus discípulos aún no podían ver nada en el horizonte.

          En tiempos de escasez o hambruna, en la vida de la Iglesia, o de nuestras comunidades, o en nuestra propia vida personal, necesitamos profetas que puedan hacernos ver la lluvia que se avecina, incluso cuando se anuncia mediante pequeñas nubes apenas perceptibles en el horizonte.

          Para escuchar su voz, necesitamos pureza de corazón y de intención. Y eso es lo que nos dice el Evangelio que acabamos de leer. Viviendo fielmente según el Evangelio y las Reglas y Mandamientos que hemos elegido libremente, recibiremos el don diario de la luz para guiar nuestros pasos por el camino de la Vida.

Armand Veilleux