16 de agosto de 2024 - Viernes de la 19ª semana "B

Ézéchiel 16,1…63; Mateo 19:3,12

Homilía

          La enseñanza de Jesús en este Evangelio trata de la fidelidad, tanto la fidelidad en el matrimonio como la fidelidad en el celibato. Digo "en" el matrimonio y "en" el celibato, porque no se es fiel al matrimonio o al celibato, sino a una persona. En el celibato se es fiel a la persona de Jesucristo, ya que es con vistas a su reino que uno se ha hecho célibe; y en el matrimonio también se es fiel a Jesucristo, pero esta fidelidad se encarna entonces en la fidelidad a la esposa o al marido.

La respuesta de Jesús a la pregunta de los Fariseos está construida según las reglas habituales del paralelismo, que se encuentran constantemente en la literatura bíblica. Habla primero de la fidelidad conyugal y termina, tras la expresión de sorpresa de los discípulos, diciendo: "No todos pueden entender esto, sino sólo aquellos a quienes se les ha dado". De hecho, si leemos este texto según las reglas del paralelismo semítico, esta frase está relacionada con lo que precede y no con lo que sigue. Por tanto, Jesús está diciendo que la indisolubilidad del matrimonio es algo que sólo puede entenderse como un aspecto del plan de Dios para el hombre y la mujer; y que sólo se da a quienes han recibido la revelación de ese plan divino.

          A continuación, Jesús añade inmediatamente su enseñanza sobre el celibato, y termina con una frase casi idéntica: "El que tenga poder para entender, que entienda", es decir, aquel a quien se le ha dado este poder para entender. Y Jesús distingue claramente entre el celibato elegido para la construcción del reino de los cielos y en respuesta a una llamada, y el celibato que es consecuencia de una incapacidad para casarse, sea esta incapacidad física o no, y sea de nacimiento o causada por los hombres.

          Ayer el Evangelio nos habló del perdón de las ofensas y Jesús nos presentó a su Padre como modelo. Hoy nos revela el fundamento de toda fidelidad, que no es otro que la fidelidad de Dios, que no se deja afectar por ninguna infidelidad hacia él. La primera lectura, del libro de Ezequiel, describe la fidelidad de Dios hacia Israel de forma muy gráfica, comparándola con una niña que fue abandonada y arrojada a un campo cuando era pequeña y a la que Dios recogió y cuidó hasta que llegó a la edad de casarse y la convirtió en su esposa y reina, una esposa hacia la que permanece fiel y amoroso incluso cuando le es infiel. El marido o la mujer están llamados a permanecer fieles incluso cuando son traicionados por su cónyuge, a imagen de la fidelidad de Dios. Quien se ha consagrado en el celibato por el reino, y se ha vinculado a la Iglesia diocesana por medio del sacerdocio o a una comunidad religiosa por medio de los votos, debe permanecer fiel incluso cuando sienta que la Iglesia o la comunidad no le son fieles... o incluso si siente, como algunas personas, que Dios mismo le ha abandonado.

          Pidamos a Dios esta comprensión que nos permite ser fieles a todos nuestros compromisos.