Homilía del 28 de agosto de 2024 - Miércoles de la 21ª semana par
Memoria de san Agustín
Homilía
Queridos hermanos
La larga lista de maldiciones de Jesús contra los Fariseos al final del Evangelio de Mateo se ha dividido en tres bloques en el leccionario ferial, distribuidos entre los tres primeros días de la 21ª semana del Tiempo Ordinario. (Sin duda, los autores del leccionario pensaron que sería un poco indigesto tenerlos todos en el mismo día).
Lo que Jesús reprocha a los Fariseos es sobre todo su hipocresía, es decir, la falta de correspondencia entre lo que son y la impresión que intentan dar de sí mismos. Y esto nos recuerda la importancia de la verdad y la sencillez en nuestra vida cristiana y monástica. Somos lo que somos ante Dios, con nuestras cualidades y nuestros defectos, nuestras capacidades y nuestras limitaciones, y sabemos que somos amados por Él tal como somos - y llamados por Él a crecer y crecer. Siempre que estamos preocupados por lo que los demás piensan de nosotros, intentando impresionarles con nuestras cualidades mientras ocultamos nuestras limitaciones, estamos muy lejos de esa verdad y sencillez que es la esencia de la vida monástica.
Hoy, como primera lectura de la misa, concluimos la lectura de la segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses. Y en esta conclusión tenemos un bello ejemplo de la gran sencillez de Pablo, de un Pablo que sabe reconocer sus debilidades, del mismo modo que sabe no sólo reconocer lo que hace bien, sino también a veces ponerse a sí mismo como ejemplo en tal o cual punto, como hace aquí. A veces hace falta una gran humildad para no tener miedo de parecer pretencioso. Pablo no duda en decir a los tesalonicenses: « imítenme ». Y el ejemplo que quiere darles aquí es el de una persona que se esfuerza por no ser una carga para nadie y por mantenerse con su propio trabajo, mientras se dedica totalmente al servicio de la comunidad predicando el Evangelio.
Esto está en plena conformidad con la enseñanza constante de Pablo en sus cartas a las diversas Iglesias que fundó o a las donde predicó la Palabra de Dios: El fundamento de la vida comunitaria es que cada uno no busque lo que es mejor para sí mismo, sino lo que es bueno para los demás, y donde cada uno esté al servicio de todos. Pidamos la gracia de vivir siempre este ideal de fraternidad.
Armand Veilleux