Homilía del 8 nov. 2024, -- viernes de la 31ª semana par

Flp 3,17 -4,1; Lc 16,1-8

Homilía

En este Evangelio, que ciertamente no es fácil de interpretar, Jesús se refiere probablemente a un engaño que había ocurrido poco antes y que, sin duda, era bien conocido por su auditorio. Puede que se tratara de una historia que se repetían unos a otros y que provocaba buenas carcajadas. Desde luego, Jesús no tiene intención de utilizar esta historia para enseñarnos a engañar a nuestro patrón o al Gobierno.

Un detalle interesante a tener en cuenta es que Lucas es el único evangelista que ha relatado esta historia; y sabemos lo preocupado que está Lucas por todo lo relacionado con la pobreza y el peligro de la riqueza y el dinero. De hecho, la frase que resume todo el relato es la última (la tendremos en el Evangelio de mañana): «No podéis servir a Dios y a las riquezas». Lucas da al dinero un nombre propio, «Mammon», para dejar claro que si nos convertimos en esclavos del dinero, éste se convierte en nuestro amo y nos domina como lo haría un amo humano.

La enseñanza de Jesús en este relato es la siguiente: Si los hijos de este mundo, que son esclavos de las cosas materiales, son tan listos... cuánto más listos deberíais ser vosotros, que decís ser hijos de Dios. Deberíais utilizar el dinero, no para construir la seguridad de un futuro temporal, mundano, sino para construir un reino eterno, tanto para vosotros como para vuestros semejantes. Y la forma de hacerlo es considerar que no sois los dueños de lo que poseéis. Sois sus custodios, y debéis utilizarlo según las necesidades de todos, no sólo las vuestras personales.

En su carta a los Filipenses, Pablo lleva este razonamiento un paso más allá. Siempre que preferimos algo a Dios, ese algo se convierte en nuestro amo, ¡incluso nuestro vientre!

Sabemos que hay mucha codicia en cada uno de nuestros corazones, y sabemos que hay mucha codicia y engaño en el mundo, tanto en las relaciones individuales como entre naciones o bloques de naciones. Y sabemos que ésta es la fuente de todas las tensiones entre los individuos y de todas las guerras entre los pueblos.

Que cada uno de nosotros vuelva a hacer su opción por Dios antes que por las riquezas o por cualquier otra cosa, y pidamos a Dios que ilumine los ojos y guíe las acciones de quienes tienen en sus manos la vida y el destino de millones de personas necesitadas.

Armand Veilleux