13 de enero de 2025 -- Lunes de la 1ª semana impar
Homilía
Hoy reanudamos el «tiempo ordinario» con el comienzo de dos libros de la Biblia que nos acompañarán durante las próximas semanas: la primera lectura es de la Carta a los Hebreos, y la segunda lectura es del Evangelio de Marcos. Esta lectura evangélica nos ofrece el relato de la llamada de los primeros apóstoles, tal como la recoge el evangelista Marcos.
Los acontecimientos del ministerio público de Jesús se aceleran. Juan el Bautista ha sido detenido y está en la cárcel. Pronto será ejecutado. Jesús, a quien aún no le ha llegado la hora, viaja a Galilea, donde comienza a proclamar la buena nueva. Sería inútil intentar armonizar los relatos del Evangelio de Marcos con los de Juan, y tratar de decidir si hubo dos llamadas o sólo una, si fue en Judea o en Galilea. Los evangelistas no son periodistas, y su objetivo no es dar una descripción precisa de lo sucedido, sino más bien ofrecer una interpretación espiritual y teológica de la llamada de los primeros apóstoles.
En Marcos, hay dos grupos iniciales: primero, Simón y su hermano Andrés; después, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Los cuatro son pescadores, lo que obviamente era una profesión muy común en los alrededores del lago de Galilea. Todos estaban trabajando cuando fueron llamados. Cuando Jesús les dice: «Sígueme», invitándoles a ser sus discípulos, son llamados a dejar no sólo lo que poseen, es decir, sus redes y sus barcas, sino también su trabajo -- su profesión, su medio de vida. En el segundo grupo, Marcos quiere mostrar que también están llamados a abandonar su familia y otras relaciones sociales, es decir, a su padre y a sus empleados.
Vemos aquí, ya puesto en práctica, lo que Jesús diría más tarde sobre el discipulado : No podéis ser mis discípulos sin renunciar a todo lo que tenéis, incluidos padre y madre, hermanos y siervos.
El comienzo del Evangelio nos muestra ya una comunidad reunida en torno a Jesús, formada por personas que lo han dejado todo para seguirle. Forman lo que pronto se llamará la «comunidad apostólica», es decir, la comunidad de los Apóstoles en torno a Jesús; y los documentos monásticos de los siglos IV y V verán en esta comunidad el prototipo de la vida monástica.
Esta es una oportunidad para que consideremos una vez más nuestra propia llamada a dejarlo todo y seguir a Cristo. ¿Realmente lo hemos dejado todo? ¿Cuánto de lo que dejamos atrás reclamamos después? Durante el resto de esta celebración, pidamos a Jesús que nos abra los ojos y nos permita responder con sinceridad a estas preguntas.
Armand VEILLEUX