15 de enero de 2025 - Miércoles de la 1ª semana impar

Heb 2, 14-18; Mc 1, 29-39

Homilía

En el evangelio de Marcos, Jesús vuelve a Galilea inmediatamente después de su bautismo, sus cuarenta días en el desierto y la selección de sus discípulos. El Evangelio del lunes nos habló de la selección de los discípulos.

A continuación, Marcos nos relata una serie de acontecimientos que se suceden rápidamente en un mismo día, lo que podríamos llamar, según una expresión moderna: «Un día en la vida de Jesús de Nazaret». Veinticuatro horas bien empleadas. En la mañana del sábado, enseñó en la sinagoga de Cafarnaúm y curó a un endemoniado. Ese fue el Evangelio de ayer. Después fue a casa de Simón y Andrés y curó a la suegra de Simón. Por la tarde, le llevaron muchos enfermos para que los curara. Por la noche, subió al monte a orar. Los discípulos fueron a buscarle, pero él les dijo que tenía que irse (no a Cafarnaún, sino a los pueblos vecinos). Realmente es mucho para veinticuatro horas. Intentemos percibir y recibir algunas de las enseñanzas que Marcos quiere transmitir, o mejor dicho, las enseñanzas de Jesús a sus primeros discípulos.

La suegra de Simón Pedro padecía fiebre, que en aquella época se consideraba una forma de posesión. De hecho, la palabra griega para fiebre procede de la misma raíz que las palabras «fuego» y «celo». Podemos ver en ello una alusión al celo ardiente del profeta Elías, el profeta del fuego (Sir. 48, 1-3.9; 1 Rey 19, 10.14), que destruyó con su propia mano a los 450 profetas de Baal, y al celo de los discípulos de Jesús que, un día, quisieron hacer caer fuego del cielo sobre los que no habían recibido el mensaje de Jesús. Jesús quiere mostrar a sus discípulos que esta fiebre, esta furia destructiva, debe ser ajena a los que quieren seguirle. Esta furia debe dar paso a un espíritu de servicio. Y, de hecho, la suegra de Simón, una vez curada de su fiebre, comenzó a servirles.

En nuestras relaciones personales, así como en las relaciones entre confesiones religiosas o naciones, todo afán de condenar a los demás, de imponerles nuestros puntos de vista, de hacer llover (moral o físicamente) fuego del cielo sobre ellos, es contrario al mensaje de Jesús. Jesús eligió el camino del servicio, la humildad y la oración. Aunque su ministerio inicial en la sinagoga de la importante ciudad de Cafarnaún había tenido un gran éxito, abandonó este lugar público para retirarse a la casa privada de uno de sus discípulos. Y cuando las curaciones que realizaba en aquella casa le hicieron aún más popular, abandonó aquel lugar para refugiarse en la oración solitaria, antes de partir hacia las aldeas humildes de la región.

También nosotros, siguiendo el ejemplo de Jesús, debemos elegir el camino del servicio a nuestros hermanos y hermanas. Elijamos también el camino de la oración en soledad para descubrir la voluntad de Dios sobre nosotros.

Hoy recordamos a los santos Mauro y Placide, discípulos de san Benito.

Armand Veilleux