27 de septiembre de 2025 – Sábado de la 25.ª semana del TO
Za 2, 5-9.14-15a; Lc 9, 43b-45
Homilía
Continuamos con la lectura del capítulo 9 del Evangelio de Lucas, que comenzamos hace unos días.
La profesión de fe de Pedro en Cesarea fue seguida por el primer anuncio de Jesús sobre su Pasión. «El Hijo del Hombre —dijo— debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser asesinado y resucitar al tercer día». Unos ocho días después, Jesús llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan a la montaña, donde se transfiguró ante ellos. Después de esto, hizo el segundo anuncio de la Pasión —que es el breve texto que acabamos de leer— y luego vendrá la larga subida a Jerusalén, durante la cual Lucas sitúa varias de las llamadas más radicales de Jesús a seguirlo, en particular la llamada al joven rico a desprenderse de todos sus bienes y seguirlo.
El contexto inmediato de estas llamadas, en el marco de la subida de Jesús a Jerusalén, donde será crucificado, muestra claramente que la ascética cristiana cobra sentido en la participación en el misterio pascual de Cristo. En ella encontramos también el sentido de la misión de la Iglesia. Estos acontecimientos tienen lugar justo después del primer envío de los doce en misión y su regreso; y estos mismos acontecimientos serán seguidos inmediatamente por el envío de los setenta y dos en misión.
Y la primera lectura, tomada del profeta Zacarías, arroja una luz adicional sobre esta economía de la salvación. Leemos la promesa hecha por Dios a Jerusalén de hacerla su morada: «Canta y alégrate, hija de Sión; he aquí que vengo, habitaré en medio de ti, dice el Señor. En aquel día, muchas naciones se unirán al Señor; serán para mí un solo pueblo, y yo habitaré en medio de ti». »
Esta promesa se cumple de manera especial cada vez que celebramos en la Iglesia la Eucaristía, memoria del Señor.
*** Celebramos también hoy la memoria di san Vincent de Paul
Continuemos, en acción de gracias, esta celebración.
Armand Veilleux