Homilía para el jueves de la 30.ª semana del tiempo ordinario – 30 de octubre de 2025
En el Evangelio de Lucas, Jerusalén es el punto central al que se relacionan todos los acontecimientos de la vida de Jesús. Es la ciudad mesiánica por excelencia, donde el profeta Jesús terminará su misión evangelizadora. Allí consumará, como sacerdote, el sacrificio en el que se ofrecerá a sí mismo como víctima. En la cruz, reinará como rey pacífico y universal. Los últimos versículos de este breve texto evangélico indican cómo Jesús se presenta, incluso para los judíos que lo matarán, como la fuente de la salvación, si finalmente lo reconocen como el Enviado del Señor.
Para Pablo, como nos revela el texto de la Carta a los Romanos que acabamos de leer, este sacrificio de Cristo da sentido a todas las pruebas que podemos llegar a sufrir. Si Dios no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también todo lo que necesitamos?
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Cristo Jesús murió por nosotros y está para siempre a la derecha de Dios Padre. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
