26 de noviembre de 2025 – Miércoles de la 34ª semana impar
Daniel 5, 1...28; Lucas 21, 12-19
Homilía
La primera lectura nos muestra al joven Daniel prisionero en la corte del rey de Babilonia, no solo lleno de sabiduría recibida de lo alto, sino también totalmente desprovisto de miedo. Se atreve a hablar con fuerza y valentía al rey más poderoso de la tierra, a reprocharle sus crímenes y a anunciarle el desmantelamiento de su reino, al igual que Juan Bautista, varios siglos más tarde, se atreverá a hablar con valentía y claridad al rey Herodes. Son hombres sin miedo porque no tienen nada que perder. Tenemos miedo de los demás y de las circunstancias cuando tenemos ilusiones de poder, ambiciones, sueños o tesoros que proteger. Si somos pobres, de la pobreza de las Bienaventuranzas, sin nada que defender y proteger y, por tanto, sin nada que perder, entonces podemos liberarnos de todo miedo.
Del mismo modo, en el Evangelio, Jesús no deja de repetir a sus discípulos «No temáis». En la parte del gran discurso escatológico que leemos hoy, siempre en la versión de Lucas, Jesús, después de anunciar la destrucción del Templo de Jerusalén, continúa anunciando las dificultades, las persecuciones y los sufrimientos que tendrán que soportar sus discípulos.
Les advierte que serán llevados ante tribunales y jueces. Serán entregados por sus padres, hermanos, familias y amigos. Algunos serán condenados a muerte. Sin embargo, les advierte que no se preocupen por preparar su defensa, porque desde lo alto recibirán, como Daniel, las palabras de sabiduría que necesitarán. Estas palabras de sabiduría no impedirán, en muchos casos, que sean ejecutados; pero incluso entonces estarán en manos de Dios. Entonces, la ausencia de miedo no será suficiente; necesitarán perseverancia, y esta será su tabla de salvación: «Con vuestra perseverancia alcanzaréis la vida». »
No tenemos que enfrentarnos a situaciones tan dramáticas como las descritas en este discurso apocalíptico, pero todos tenemos que enfrentarnos, en determinados momentos de nuestra vida, a situaciones difíciles de diversa índole. Pidamos al Señor que nos libre siempre de todo temor y, sobre todo, que nos dote de esa perseverancia que nos llevará a la vida eterna.
Armand Veilleux
