CAPÍTULO III: El arraigo en la tradición

3.2.1. Dom Anselme Le Bail (1878-1956) Abad de Scourmont (1913-1956)(Artículo aparecido en Collectanea Cisterciensia 63 (2001) 224-233 bajo la firma de D. Armand Veilleux 45. Reproducido aquí con algunos añadidos y modificaciones para incluirlo en el contexto de este capítulo).

Contexto histórico

Los años de 1892 a 1914 fueron años de gran vitalidad espiritual. Fue la época de grandes conversiones en el mundo de las letras: Verlaine, bloy, Huysmans, Clau-del, Péguy, Psichari, Massignon. Fueron también los años en los que bergson, en el Colegio de Francia, redescubrió el conocimiento amoroso de los místicos y donde blondel, retornando al paso de la ontología agustiniana, enseñaba que la deificación era la trascendencia lógica de toda acción humana.En este mismo período, algunos grandes abades marcaron profundamente la orientación de nuestra Orden, redescubriendo, si no el espíritu auténticamente cisterciense, al menos la dimensión espiritual e incluso contemplativa de la vida monástica. Hemos presentado algunos de ellos en los capítulos precedentes, prin-cipalmente dom Lehodey (§ 2.4.1.) y dom Chautard (§ 2.4.2.), que estuvieron per-sonalmente implicados en un movimiento de fundaciones en países lejanos, el cual anunciaba la gran expansión de nuestra Orden algunos años más tarde. Sin embargo, si estos grandes maestros se habían nutrido de una lectura personal de la Regla de San benito y tenían un cierto conocimiento de San bernardo, su con-tacto con la tradición propiamente cisterciense era limitada.Entre las dos Guerras Mundiales hubo, no solamente un período de gran cre-cimiento numérico de la Orden, sino también aquel en el que se redescubrió el espíritu cisterciense y toda la riqueza espiritual de los grandes maestros de la espi-ritualidad cisterciense, comenzando por el abad de Claraval. Desde este punto de vista, nadie tuvo más influencia sobre la Orden que dom Anselme Le bail y todo el movimiento – espiritual primero e intelectual después – que él suscitó.FormaciónEmmanuel Le bail nació el 31 de diciembre de 1878, en una bretaña que daría a la Orden dos Abades Generales: dom Ollitrault de Kéryvallan y dom Dominique Nogues. Su madre murió dos años más tarde, trayendo al mundo a un niño que 45 D. Armand Veilleux es abad de Scourmont desde 1999, después de haber sido abad de Mistassini (Canadá) de 1969 a 1976, de Conyers (USA) desde 1984 a 1990 y Procurador de la Orden desde 1990 a 1998.
DE 1892 A LA CONCLUSIÓN DEL CONCILIO VATICANO II180no sobrevivirá. Privado de la ternura de una madre, no se vió, sin embargo, pri-vado de afecto. Después de la escuela primaria, comenzó sus “humanidades” gre-co-latinas en el seminario menor de Sta. Ana de Auray, en 1892. Seis años más tarde, queriendo ser misionero, solicitó su admisión en el noviciado de los padres espiritanos. Vistió la sotana el 29 de septiembre de 1898 y emitió sus primeros vo-tos, por tres años, el 10 de octubre de 1899. Pero debió hacer entonces el servicio militar y fue llamado para servir en Lorient, en su bretaña natal. Cuando regresó, reemprendió sus estudios de filosofía en el escolasticado de Chevilly, en la región de París, pasando un examen en la Sorbona, y después, los estudios de teología. Recibió las órdenes menores en julio de 1903; tres meses más tarde, debiendo re-novar sus votos por un período de cinco años y prepararse para el subdiaconado, duda. El 26 de enero de 1904, por causa de sus dudas, el Superior General, Mons. Leroy, le despide de la Congregación. Después de un retiro en timadeuc, decide ir a Scourmont, sin decir siquiera adiós a su familia. ¿Será su espíritu misionero de ir a lejanas tierras el motivo por el que prefirió ir a bélgica en vez de quedarse en bretaña? No lo sabremos jamás. Llamó a la puerta de Scourmont, el 21 de mayo de 1904, a la edad de 26 años y fue admitido al noviciado con el nombre de Fr. Anselme. Su maestro de novicios fue el Padre Alphonse bernigaud, que ejerció esta función hasta el 1907. Éste tuvo, en 1905, la idea, original en la época, de utilizar la Regla de san benito como ma-nual de formación. No teniendo él mismo un gran conocimiento, decidió que los novicios trabajaran sobre la Regla. Fr. Anselme quedó seducido por la Regla e hizo sus “deberes” con gran ardor. Llenó un gran cuaderno terminado el 10 de mayo de 1906. Llegó a hacer una gran síntesis que no dejará de desarrollar después a lo largo de su vida de monje y de abad. Fue ordenado sacerdote el 24 de agosto de 1909. Su abad dom, Norbert Sauvage, que había percibido los talentos innatos del P. Anselme como formador, le nom-bró maestro de conversos y también de novicios conversos (el noviciado era en-tonces distinto del de los novicios coristas). Les enseñó no solamente la Regla, sino también liturgia, que había llegado a ser uno de los principales alimentos de su vida espiritual. Nadie, en aquella época, habría pensado enseñar liturgia a los conversos, que no fuera entendida como mero curso de rúbricas. El joven P. Anselme les explicaba los ciclos litúrgicos, a la manera de dom Guéranger y el sacrificio de la misa. El compuso, a tal fin, un pequeño trabajo titulado “El Oficio divino de los hermanos conversos cistercienses” (1910), donde presentaba el Oficio de padrenuestros y avemarías como verdadera “oración de la Iglesia”.En 1911, fue nombrado maestro de novicios coristas. Retoma entonces sus notas del noviciado e inicia una exposición completa de la doctrina de san benito a partir del texto mismo de la Regla. En una época en la que casi todo el mundo, incluidos