Homilías de Dom Armand Veilleux en español.

13 de febrero de 2022 -- 6º domingo "C

Jer 17:5-8; 1 Cor 15:12...20; Lc 6:17...26

Homilía

            La cuestión de la felicidad y la infelicidad es tan antigua como el mundo.  Desde el principio del Génesis, aparece la desgracia, fruto del pecado, que priva de felicidad al hombre y a la mujer creados a imagen de Dios y que comparten su felicidad eterna.  Maldita la serpiente que les engañó; maldito el suelo sobre el que se arrastra y que tendrán que cultivar para obtener su alimento; maldito Caín, que mató a su hermano y, finalmente, más tarde, malditos todos los que atacan al pueblo que Dios eligió para sí. (Todo el Antiguo Testamento está salpicado de tales "maldiciones").

10 de febrero de 2022 - Jueves de la 5ª semana ordinaria

1Re 11:4-13; Mc 7:24-30

HOMILÍA

           Este Evangelio revela mucho sobre la persona de Jesús y sobre la oración.  Además, nuestra actitud ante la oración suele revelar bastante bien la imagen que tenemos de Dios y de Cristo.

6 de febrero de 2022 - 5º domingo "C

Is 6,1-8; 1 Cor 15,1-11; Lc 5,1-11

Homilía

          Toda la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es la historia de testigos vivos que dan testimonio de lo que han visto y oído, pero también de su propia experiencia espiritual.  Esta vocación de testimonio era la de todo el pueblo de Israel, llamado a dar testimonio ante las naciones de que Yahvé es el único Dios.  En el pueblo de Israel, ésta fue la vocación de Moisés, David y, sobre todo, de los grandes profetas, que estaban llamados a dar testimonio de su experiencia del Dios vivo en su propia vida y en la del pueblo.

9 de febrero de 2022, miércoles de la 5ª semana ordinaria B

1Re 10:1-10; Mc 7:14-15, 17-23

Homilía

            La lectura del Evangelio que acabamos de escuchar es una continuación de la de ayer.  Marcos nos cuenta uno de los difíciles y dolorosos encuentros entre Jesús y las autoridades del pueblo -es decir, los fariseos y los escribas-, que se han propuesto llevarle la contraria para deshacerse de él.  Jesús vuelve a llamarlos hipócritas, porque han llegado a dar tanta importancia a las prácticas religiosas externas que han perdido de vista la relación entre estas prácticas y la experiencia personal de Dios.

5 de febrero de 2022 - Sábado de la 4ª semana ordinaria

1 Reyes 3:4-13; Marcos 6:30-34

Homilía

            En la lectura del Evangelio de hace dos días, Jesús envió a sus discípulos de dos en dos.  Les había dado autoridad sobre los espíritus impuros, es decir, el poder de curar.  No les había dado la orden de enseñar.  Recuerde que esto fue al principio de la vida pública de Jesús y que apenas había empezado a formar a sus discípulos.  Pero hicieron mucho más de lo que Jesús les había pedido.  No sólo enseñaban sino que curaban ungiendo con aceite e imponiendo las manos.  Estos símbolos de la realeza davídica suscitaron evidentemente las esperanzas del pueblo de una restauración nacional, con la llegada de un mesías-rey.

            No es de extrañar, por tanto, que cuando los discípulos regresan e informan de todo lo que han hecho y enseñado, no haya ninguna reacción de alegría ni felicitación por parte de Jesús.  Han usurpado un papel que no les corresponde.  Hay que recordar que en todo el Evangelio de Marcos la actividad de la enseñanza está rigurosamente reservada a Jesús, quien, además, la ejerce sólo con respecto a los judíos.

            Puesto que han despertado la esperanza del pueblo en un mesías nacionalista que les liberará del opresor, no es de extrañar que la multitud les siga.  La multitud los busca a ellos, no a Jesús.  Por lo tanto, Jesús debe sacarlos de este falso éxito y de este comienzo ambiguo y conducirlos de nuevo al desierto para reanudar -o más bien comenzar- su formación.  "Venid a un lugar desierto y descansen un tiempo", les dice.  El verbo "venid" es una alusión a su primera llamada (Ven, sígueme) y la llamada al descanso es una alusión a Isaías 14:3 (véase especialmente el texto griego de la Septuaginta) donde la palabra "descanso" se refiere a la liberación de la esclavitud de Babilonia.  Los discípulos todavía necesitan liberarse de su visión anticuada del Mesías esperado. 

            Cuando, al otro lado del río, Jesús encuentra a la misma multitud corriendo detrás de los discípulos y de su enseñanza, se compadece porque los ve como ovejas sin pastor.  Y así comienza a enseñarles, lo que sólo él puede hacer.

            Tal vez debamos leer a la luz de este texto evangélico la situación actual de la Iglesia en aquellas partes del mundo en las que una vez tuvo fuerza y poder y en las que vuelve a quedar reducida a un "remanente".  ¿Quizás los cristianos -incluidos sus pastores- se han anunciado demasiado?  Tal vez sea Jesús quien llame a toda su Iglesia al desierto, para formarla o reformarla él mismo.

            Mientras tanto, Jesús permanece lleno de misericordia y ternura para las multitudes sin pastor, y Él mismo les enseña de mil y una maneras, hablando al corazón de toda persona de buena voluntad. Escuchemos todos su enseñanza, oyendo lo que dice al corazón, a cada uno de nuestros corazones.

Armand VEILLEUX

7 de febrero de 2022 - Lunes de la 5ª semana del tiempo ordinario

1 Reyes 8:1...13; Mc 6:53-56

Homilía

              El rey David quería construir un templo a Dios.  Con verdadera sencillez y a la vez con cierta arrogancia se dijo a sí mismo, después de haber construido un palacio para sí mismo: "He aquí que yo habito en un palacio y Dios habita en la tienda".  Dios le había dicho a través del profeta: "No serás tú quien me construya un palacio.  Te construiré una casa", es decir, una dinastía.

              Fue Salomón, hijo de David, quien construyó el Templo del Señor. El texto que acabamos de escuchar como primera lectura describe la dedicación de este primer templo en Jerusalén.  El primer elemento de esta dedicación consiste en ir a buscar el Arca de la Alianza -también llamada Arca de la Reunión- que está en Sión, para colocarla en el Templo. 

              Esta historia es muy rica en detalles simbólicos. Sólo anotaré dos.  La primera es la mención de que en el arca no había nada. La primera es la mención de que en el arca no había nada, "salvo las dos tablas de piedra que Moisés colocó en el monte Horeb cuando el Señor hizo la alianza con los hijos de Israel". Esta "nada" es muy importante.  Es cuando vaciamos nuestros corazones, y entramos en ese vacío, que descubrimos la voluntad de Dios para nosotros, es decir, su amor por nosotros, y que el "Encuentro" puede tener lugar.  El segundo símbolo importante en este texto es el de la "nube oscura" en la que reside la gloria de Dios.

              En todas las tradiciones espirituales siempre ha habido dos categorías de místicos: los de la luz y los de la nube o la oscuridad.  A los primeros les fascina todo lo que se puede conocer de Dios; a los segundos, el hecho de que Dios es infinitamente más grande y otro que todo lo que se puede conocer o experimentar.

              En la Nueva Alianza, el Templo de la Antigua Alianza pierde todo su significado y es eclipsado por Cristo, del que sólo era la figura.  Hace tres días, en la fiesta de la Presentación, celebramos el Encuentro entre la humanidad y Dios, en la persona de Jesús, el Verbo encarnado.  El Evangelio que acabamos de leer nos muestra cómo este encuentro trae nueva vida y curación a toda la humanidad herida.  Lo único que tenían que hacer los lisiados era tocar los flecos del manto de Jesús y quedaban curados.  En unos momentos, entraremos en comunión con su cuerpo. Acudamos a él con todas nuestras heridas, confiando en que recibiremos curación y nueva vida

Armand VEILLEUX

2 de febrero de 2022 - Presentación del Señor en el Templo

Mal 3:1-4; Heb 2:14-18; Lc 2:22-40

 

H o m e l i a

 

            En nuestras celebraciones litúrgicas, a lo largo del tiempo de Navidad, hemos celebrado el misterio de la Encarnación, es decir, el hecho de que Dios haya querido hacerse uno de nosotros.  A lo largo del resto del año litúrgico celebramos el mismo misterio de diferentes maneras.  Hoy, en la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, celebramos la Encarnación como un encuentro: el encuentro de Dios con la humanidad, expresado simbólicamente en la reunión en el Templo el cuadragésimo día después del nacimiento de Jesús.  En el Rito de la Luz, que precedió a nuestra celebración eucarística, celebramos este mismo misterio de la Encarnación de Dios como la venida de la Luz a nuestra oscuridad.