Homilías de Dom Armand Veilleux en español.

7 de agosto de 2024 -- Miércoles de la 18ª semana, año par

Jer 31, 1-7; Mt 15, 21-28

Homilía

          El Evangelio de ayer nos dio un ejemplo de la fe del apóstol Pedro: una fe generosa y débil a la vez. Hoy, la lectura del Evangelio nos da el ejemplo de una fe muy profunda y fuerte en una mujer que no pertenecía al pueblo de Israel. Una fe tan fuerte que no sólo hizo que Jesús "cambiara de opinión", por así decirlo, sino que incluso ella influyó en su ministerio.

7 de agosto de 2024 -- Miércoles de la 18ª semana, año par

Jer 31, 1-7; Mt 15, 21-28

Homilía

          El Evangelio de ayer nos dio un ejemplo de la fe del apóstol Pedro: una fe generosa y débil a la vez. Hoy, la lectura del Evangelio nos da el ejemplo de una fe muy profunda y fuerte en una mujer que no pertenecía al pueblo de Israel. Una fe tan fuerte que no sólo hizo que Jesús "cambiara de opinión", por así decirlo, sino que incluso ella influyó en su ministerio.

4 de agosto de 2024 - 18º domingo "B

Ex 16:2...15; Ef 4:17-24; Jn 6:24-35

Homilía

            Existe una distinción, a veces sutil pero importante, entre fe y superstición. La superstición consiste en ver intervenciones extraordinarias y milagrosas de Dios en todo lo que no podemos explicar. La fe consiste en creer que Dios es nuestro padre, que es el dueño de todo y de todos, y que, por tanto, todas las manifestaciones de su creación son, en última instancia, manifestaciones de su amor.

6 de agosto de 2024 - Fiesta de la Transfiguración

Dan 7,9-10.13-14 o 2 Pe 1,16-19; Mt 17,1-9

Homilía

            Este relato evangélico, generalmente conocido como la "Transfiguración", corresponde a un estilo literario conocido como apocalíptico. Es un estilo que se encuentra no sólo en el último Libro del Nuevo Testamento, conocido precisamente como el Apocalipsis, sino también en varios pasajes de los Evangelios. El leccionario litúrgico de la fiesta de hoy nos ofrece, con toda razón, como primera lectura una visión del Libro de Daniel, que sigue precisamente esta línea.

3 de agosto de 2024 -- Sábado de la 17ª semana "B”

Jer 26:11-16. 24; Mateo 14:1-12

Homilía

          Este Evangelio nos lleva a la presencia de dos hombres muy diferentes entre sí. El primero, Juan el Bautista, es un hombre libre, sin poder ni ambición y, por tanto, también sin miedo. El otro es un hombre con mucho poder en sus manos, esclavizado por sus cálculos y ambiciones y por ello constantemente desgarrado por el miedo.

5 de agosto de 2024 -- Lunes de la 18ª semana ordinaria del año par

Jer 28:1-17; Mt 14:13-21

HOMILÍA

Esta multiplicación de los panes, relatada en el Evangelio que acabamos de leer, es el único milagro de Jesús del que dan cuenta los cuatro evangelistas. Esto demuestra la importancia que los primeros cristianos le atribuían. Cada Evangelio quiere mostrar a Jesús, a su manera, como el nuevo Moisés, capaz de alimentar a su pueblo en la soledad y de guiarlo por el desierto, Mateo, en la versión de la historia que acabamos de escuchar, describe explícitamente a Jesús entrando en el desierto, rodeado de una multitud sin comida.

Dos aspectos de este relato merecen especialmente nuestra atención. Jesús no sólo se siente movido por la compasión hacia las multitudes pobres y hambrientas, sino que les da comida real, concreta y material. Su reino, como dijo repetidamente, no es de este mundo, pero se vive en este mundo. Él es el Pan de Vida; pero la vida humana normal, vivida aquí en la tierra, es una parte de esa vida eterna que vino a traer a la humanidad. El ser humano necesita alimento espiritual; pero también necesita, e incluso principalmente, una prioridad temporal, el alimento material. Esta es una parte integral de su mensaje.

  

          El segundo aspecto es el de compartir. Jesús pregunta a los Apóstoles qué comida tienen. Ellos responden: "cinco panes y dos peces". Les dice que compartan. Y había suficiente para todos. Es legítimo pensar que el verdadero milagro que ocurrió aquel día fue que todos los que habían traído algo lo compartieron de corazón con sus vecinos, y hubo mucha más comida de la que se necesitaba.

Traducido a un lenguaje moderno y en el contexto actual, puede decirse que los problemas de la pobreza y el hambre en el mundo son, en última instancia, problemas de justicia y distribución equitativa. La Madre Tierra podría alimentar a varios miles de millones de personas más, si los que tienen decidieran compartir con los que no tienen.

Ante los agónicos problemas del hambre en el mundo (con un 60% de la población mundial desnutrida, cientos de millones de personas con hambre crónica y decenas de miles de personas que mueren de hambre cada día), nos sentimos fácilmente impotentes. Jesús tiene una solución muy sencilla para estos problemas, que no requiere comisiones internacionales para estudiar la situación. Simplemente dice: "¿Cuánto tenéis? -- compártela, y habrá suficiente para todos". Y así sucedió.

Un gran doctor de la Iglesia, Juan Crisóstomo, expresó el vínculo entre la celebración litúrgica y la atención a los pobres de la manera más vívida: "Queréis honrar el Cuerpo de Cristo. No le desprecies cuando esté desnudo. No lo honres aquí en la Iglesia con ropas de seda, mientras lo dejas fuera en el frío y desnudo... Dios no necesita cálices de oro; quiere almas de oro. Alimenta primero a los pobres, y con lo que quede decorarás el altar".

         Estas fuertes palabras se considerarían hoy subversivas, si no fueran pronunciadas por un Padre de la Iglesia.

           Al reunirnos aquí para recibir el Pan de Vida, pidamos al Señor que abra los corazones de todos los cristianos a las dimensiones de su responsabilidad, para que todos los pueblos, y cada hombre y mujer de todos los pueblos, sean acogidos en la Fiesta de las Naciones.

Armand Veilleux  

Viernes 2 de agosto de 2024 -- Viernes de la 17ª semana «B

Jer 26,1-9; Mt 13,54-58

Homilía

Alrededor de los treinta años, Jesús dejó su pueblo natal de Nazaret, en Galilea, para ir a Judea. La razón inmediata de ello no se da en el Evangelio. En cualquier caso, en aquella época, como siempre, había un movimiento de gente hacia Jerusalén, la capital, sobre todo desde el interior de Galilea. Jesús se encontraba en Jerusalén justo cuando toda Jerusalén descendía hacia el Jordán, en la región de Jericó, para ser bautizada por Juan. Él mismo fue bautizado y oyó la voz del Padre: «Tú eres mi hijo amado, en quien tengo complacencia». Entonces Juan dijo a sus discípulos: «He aquí el Cordero de Dios». Varios discípulos de Juan se unen a Jesús y éste llama a otros. Después de ayunar durante cuarenta días en el desierto, parte de nuevo hacia Galilea, donde predica y cura a los enfermos, primero en la gran ciudad de Cafarnaún. Finalmente, un día regresó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. Todo el mundo se sorprendió. Esta sorpresa mostraba claramente que, hasta entonces, nada en la vida de Jesús en Nazaret le había distinguido. Sin duda había celebrado fielmente todas las fiestas del año con sus padres y parientes. Sin duda también había acudido regularmente a la sinagoga local para escuchar las enseñanzas de los doctores de la Ley. Por eso, cuando empezó a predicar y a curar a los enfermos, la gente se preguntaba: «¿De dónde ha sacado esa sabiduría y esos milagros?